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Los suicidios de Guantánamo reavivan el clamor para que EE UU cierre la prisión

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«Es hora de dejar atrás Guantánamo», afirmó ayer el ex comandante general de la OTAN y ex aspirante a la Casa Blanca, Wesley Clark. Como él, muchas voces renovaban la petición de cerrar la infame prisión tras el suicidio de tres detenido, que se ahorcaron el sábado con su propia ropa y las sábanas.

Guantánamo se ha convertido en una incómoda herramienta que mancha la reputación del Gobierno estadounidense. Incluso los que defienden que todo vale en la guerra contra el terrorismo se preguntan cuánta información se sigue obteniendo de los 457 hombres encarcelados después de más de cuatro años de interrogatorios.

Ya no son sólo las organizaciones de derechos humanos las que piden su cierre, sino que desde la ONU hasta los aliados de EE UU claman por su fin. Es el caso del primer ministro de Dinamarca Anders Fogh Rasmussen, que este fin de semana se convertía en el primer líder internacional en ser invitado a Camp David en los últimos dos años. Su pequeño país mantiene con orgullo 530 soldados en Irak, pero el mandatario pidió a Bush que acabe con Guantánamo.

«A mí también me gustaría que estuviera vacía», dijo el presidente estadounidense, antes de reiterar que está a la espera de que el Tribunal Supremo decida cuál es la autoridad adecuada para revisar los casos. Algo que se espera ocurra este mismo mes con la pronunciación sobre el chófer de Osama bin Laden. Analistas y observadores internacionales creen que la decisión de cerrar Guantánamo ya está tomada y es cuestión de tiempo. EE UU sólo ha presentado cargos contra diez de los detenidos, siempre en tribunales militares, pero muchos de ellos han recurrido a los tribunales federales.

«De alguna manera tenemos que sacar a esta gente de ahí», insistió el ex general Clark. «Ya sea poniéndolos en libertad, transfiriéndolos a otra prisión o sometiéndolos a un juicio internacional». Ninguno de estos comentarios llega a los hombres que ayer seguían encarcelados indefinidamente en Guantánamo, ya que sus carceleros se encargan de que no reciban noticias del mundo exterior. Para el abogado David Remes, que tiene a 17 de estos presos yemeníes en su cartera, «la verdadera tragedia es que ésta (la muerte) es la única forma que tienen de salir de Guantánamo», dijo al diario The Washington Post.

Los tres suicidios han irritado al Pentágono, que los considera «un intento de manipular a la opinión pública», señaló el general Bantz Craddock. «No es un acto de desesperación sino una guerra asimétrica contra nosotros», insistió. «Son gente determinada a hacer cualquier cosa para convertirse en mártires». El almirante Harry B. Harris, aseguró que respondían a una creencia «mística».