CÁDIZ

Alegoría en piedra de una proeza

El Monumento a Las Cortes sobrevivirá al vandalismo y a la intemperie con un nuevo lavado de imagen de los bustos y de los relieves que se realizará el próximo año

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Cádiz y sus piedras hablan de un pasado de proeza, de de sueños, de antigüedad y de lucha, mucha lucha. El transcurso del tiempo se perfila en ellas por sí solo con una tonalidad ocre mezclada de una paleta bronce y verde, palidecida por la degradación del tiempo y el medio ambiente. Y es que un paseo por los monumentos de la capital lleva a los turistas y a los ciudadanos a contemplar que el reloj de arena pasa por todos. En esa visita monumental es inexcusable hacer un alto en el camino para contemplar el Monumento a Las Cortes como en su tiempo hizo Francisco Ponce. Sin embargo, la insignia más representativa del gran momento histórico presenta en la actualidad un aspecto bastante deteriorado, blanco del vandalismo de las noches gaditanas. Así, se observa en algunas de las esculturas de piedra, las caras desfiguradas de los diputados o los restos de antiguas pintadas, como en el sillón.

Esta estado decadente ha llevado al Ayuntamiento a comprometerse a arreglar el monumento el próximo año. A la inauguración del pebetero, símbolo de los valores democráticos, se le suma que el equipo de Gobierno está trabajando en un proyecto de restauración escultórica de los bustos y relieves que componen la obra. El Consistorio cuenta ya con un trabajo previo realizado con la toma de fotografías de los deterioros. Además, han advertido que no será una restauración muy costosa, pero sí lenta.

Pero no es el único proyecto de rehabilitación que ha conocido esta gran obra. El Archivo Histórico Provincial recoge otro plan de restauración, fechado en agosto de 1985 y obra de Manuel y José Ignacio Fernández-Pujol Cabrera. A éste se suma el proyecto de consolidación y protección del monumento a Las Cortes del arquitecto Javier de Navascués, encargado por la Delegación Provincial de Cultura en el mismo año. Y en la década de los noventa, la prensa se hacía eco de otras obras en el monumento. El 22 de marzo de 1990 se decía que iba a ser restaurado en 1991 y en 1996, Junta y Ayuntamiento coincidían en que se necesitaba una inversión de más de 30 millones para solucionar los problemas de cimentación.

Pedazos de historia

Estos son los últimos episodios de un monumento que tiene su origen en el acuerdo de las Cortes de 1812. El 27 de marzo de este año, el municipio gaditano solicitó al Congreso Nacional la erección de un vestigio que perpetuase el acontecimiento. Acto seguido, el organismo accedió a que el Consistorio convocase un concurso de proyectos tan sólo un mes después. Pero la guerra y la inestabilidad política impidieron su alzamiento, llevado a la práctica un siglo más tarde por iniciativa del alcalde Cayetano del Toro.

Por fin, en 1910, la Comisión de Monumentos y la Real Academia Hispano-Americana pidieron al Gobierno que se cumpliese lo acordado. Se convocó de nuevo el certamen allá por 1911, que ganó el escultor Aniceto Mariñas y el arquitecto Modesto López Otero, quienes releyeron más de una vez la Constitución para buscar la inspiración, bajo un presupuesto de un millón de pesetas, que fue objeto de rectificación, junto a la asignación de 214.475 pesetas para urbanizar la plaza de España, trabajo que corrió a cargo del arquitecto municipal Rafael Hidalgo.

Aprobada, la nueva ubicación en los terrenos ganados al mar en la plaza de España -en un primer momento se pensó en la explanada existente frente a la iglesia del Carmen-, se procedió a la colocación solemne de la primera piedra el 3 de octubre de 1912. Sin embargo, las obras no arrancaron hasta dos años después y sufrieron parones intermitentes por falta de crédito, de modo que finalizaron en 1928. El día 2 de mayo del 29 se hacía entrega oficial de la obra a la ciudad en la persona de su alcalde Álvaro Picardo, pero sin inauguración.

La estructura está asentada sobre una planta semicircular que habría de medir 33,5 metros de diámetro, pero por ir sobre una plataforma ajardinada cubría en realidad un frente de más de 46 metros. Una grandiosa mole de piedra caliza de 32 metros de altura y un peso de 1.500 toneladas realizada con caliza blanca desigualmente cristalizada procedente de Gilena (Córdoba).

El monumento es de estilo ecléctico, con base neoclásica aunque el planteamiento seguido es el mismo que el de la escultura decimonónica: con un aire historicista, grandilocuente, gestual, con aspecto barroquizante por el movimiento y escasa expresividad de algunos grupos escultóricos. «Es un monumento austero de una figuración reducida que busca la expresión y la fuerza espiritual más que el acabado. El autor se basa en un gesto más universal», asegura el profesor titular de Historia del Arte de la UCA, Juan Ramón Cirici.

La planta semicircular representa exactamente un hemiciclo, con tres líneas de escalones y tres gradas, en los cuales tendrían cabida los diputados. Cada una de las dos alas de gradas hacen un total de 103 unidades de piedra, que son el mismo número de plazas que diputados asistentes a la sesión inaugural de las Cortes en 1810.

En el centro del monumento figura un sillón vacío en cuyo respaldo campean las tres lises borbónicas, que simbolizan la ausencia de Fernando VII de las Cortes por hallarse preso de Napoleón en el castillo de Valencay durante toda la Guerra de la Independencia. Símbolo que se utilizó mientras se celebraban las sesiones de las Cortes. Detrás del sillón, el escudo de los reyes de España hace las veces de dosel y bajo el mismo, una tribuna con el apellido Argüelles, diputado de Asturias y autor del preámbulo y articulado del texto.

Su alzado principal consta de dos cuerpos: el central y el hemiciclo. El primero está rematado por un pilar de cuatro columnas jónicas adosadas que sostiene un cubo de entablamento con la fecha de promulgación de la Constitución y el lugar donde ésta se realizó. Sobre él, cuatro figuras de atlantes alegóricas sostienen el código de la Constitución. Cada virtud va con su atributo, sin embargo, los expertos dicen que son el progreso, la libertad, la democracia y la justicia.

En la base del pilar hay dos grupos escultóricos que representan la agricultura y el aislamiento de la ciudadanía, como símbolos del trabajo en la paz y en la guerra, aunque algún que otro historiador ve en ellos representaciones de la población rural y la urbana. Delante del pilar central, está la figura de la Constitución, que a veces se ha dicho que simboliza España aunque es incorrecto, ya que sus atributos no son los de una alegoría de la patria. En realidad, se trata de Minerva vestida con larga túnica, capa real y tocado con casco rematado con una pequeña figurita.

Guerra y paz

Del cuerpo central parten dos alas o brazos curvos que terminan en dos pedestales rematados en sendas figuras de bronce. Una de ellas simboliza la Guerra a través de una figura masculina con indumentaria militar, tocada de un casco alado y llevando una victoria alada en su mano derecha. La otra figura es la Paz, encarnada por una mujer con túnica y manto que alza en una mano una cruz triunfal con hojas de laurel y con la otra sujeta las riendas del caballo.

La parte cóncava de las dos alas encierran dos altorrelieves de gran valor histórico y político. El de la derecha del observador representa a la Junta de Defensa de Cádiz en el momento de contestar al ultimátum que, en nombre del mariscal Soult, le dirigieron los generales afrancesados Obregón, Salcedo y Hermosilla. La inspiración de este relieve es copia fiel del cuadro de Ramón Rodríguez Barcaza titulado La Junta de Cádiz en 1810, existente en el Museo Provincial de Bellas Artes.

En el ala izquierda del monumento está el otro relieve, ahora de tema político, representando la jura de la Constitución por los diputados en la mañana del 19 de marzo de 1812. Se supone que el personaje central ante el crucifijo es uno de los secretarios de la mesa de las Cortes, cuyo nombre no figura en la documentación, pero que tal vez sea Terán o Navarrete, que, tras la lectura de la fórmula de juramento, invita a los demás a hacerlo en los Santos Evangelios, en forma análoga a como aparece en el cuadro de Casado del Alisal. Hay motivos fundados para suponer que quien preside el acto sea Vicente Pascual, diputado por Teruel que ostentaba la presidencia de la Cámara.

En el centro del paramento posterior, al pie del gran pilar central, se encuentra una gran escultura de Hércules con dos leones, símbolo de Cádiz. A ambos lados de la estatua hay dos grupos escultóricos que representan a Cádiz y a su proyección en América: el de la derecha representa a Cristóbal Colón ofreciendo presentes de su descubrimiento a la reina Isabel la Católica, por mediación de los indios que trajo consigo; y a su izquierda, aparece una discusión de varios diputados.

Orlas laureadas

A lo largo del monumento hay orlas laureadas separando los nombres de algunos diputados y dos cartelas con los más importantes acuerdos adoptados por las Cortes de 1812: derechos de la ciudadanía, abolición del Santo Oficio, libertad de imprenta, abolición de los señoríos, organización de la Hacienda y protección a la agricultura.

Las dos inscripciones: Cádiz y 1812 no necesitan explicación, pero sí el código que remata todo el conjunto abierto por las páginas que reproducen los títulos VIII, De la Fuerza militar nacional, y IX, De la Instrucción Pública, en un monumento dedicado a las Cortes de 1812 en España, con la existencia de otro en Estados Unidos. Sin embargo, acaso como una traición del subconsciente, un cantero catalán poco amante de la Realeza dejó plasmado su talante con un estentóreo: «bisca la república!».