CÁDIZ

Símbolos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Un año más hemos asistido a la representación popular de los últimos días y la muerte de ese personaje histórico que hemos convenido en llamar Jesús. Hasta aquí nada que objetar. Un año más muchos se han emocionado contemplando el paso de imágenes religiosas por las calles de nuestros pueblos y ciudades, compartiendo la ciudad con amigos, vecinos y familia, disfrutando del buen tiempo y el calendario festivo. Y un año más otros tantos han vivido su particular experiencia religiosa desde dentro, participando activamente en la organización y desarrollo de los diferentes cortejos procesionales; los más sinceros de manera anónima y desinteresada, como parece convenir al hecho religioso; los más exhibicionistas con un no pequeño afán de protagonismo y buscando el aplauso ajeno en lugar de la intimidad de la conciencia. Hasta aquí sigue sin haber nada objetable, si acaso esas ganas de figurar citadas unas líneas más arriba, pecadillo venial.

Pero hete aquí que no se queda el asunto de la denominada Semana Santa en la participación más o menos desinteresada, más o menos íntima, del pueblo. En las más de las ocasiones se puede observar como grupos organizados con sus uniformes de trabajo (diferentes cuerpos de Policía, la Guardia Civil, el Ejército) acompañan a los cortejos procesionales en lugares de simbólico privilegio. Puede entenderse que las fuerzas de seguridad destinen a algunos agentes a la prevención de incidentes dada la acumulación de gentes que se da en las procesiones. Pero no es de recibo que esos agentes acompañen en calidad de tales, y no a título particular, una manifestación religiosa.La cosa no queda ahí. Los representantes políticos del pueblo también acostumbran a seguir las procesiones, incluso en muchos lugares se hace entrega a una de las imágenes del simbólico bastón de mando de la ciudad que sirve para escenificar el paso de un alcalde a otro en las tomas de posesión de los máximos regidores. Y esto sí que ya es a todas luces excesivo. Que en un Estado aconfesional se le otorgue un símbolo de poder civil a una imagen religiosa, por mucho que signifique para las gentes del lugar, es acabar de un plumazo con siglos de lucha por la separación Iglesia-Estado.

Resumiendo, la presencia de figuras públicas (insisto, en calidad de tales, no como particulares) en las manifestaciones religiosas no debe suceder en un Estado aconfesional. Los cargos públicos y las fuerzas de seguridad nos representan a todos y por tanto no pueden participar en actividades que implican a la conciencia, la intimidad y la trascendentalidad. Es un peaje que deben pagar. El que quiera asistir a una procesión, que lo haga a título particular, se quite el uniforme o haga penitencia de manera anónima, pero que no mezcle el cargo con la religión. Los tiempos de la teocracia ya quedaron atrás, al menos en este país.