ESPLENDOR. La de San Fernando es una de las Semanas Santas de la provincia con más tradición. / ROMÁN RÍOS
SAN FERNANDO

El silencio, la oscuridad y el luto preludian la fúnebre penitencia del Nazareno isleño

Un calor veraniego acompañó durante toda la tarde a las hermandades del Perdón, la Misericordia y el Silencio, que extendieron el duelo por la muerte de Jesús por una ciudad entregada a la pasión

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El Jueves Santo vivido ayer en las esquinas, plazas y recovecos de La Isla son de esas jornadas de pasión cristiana que consiguen elevar la fiesta a un nivel superior, apta para todos los públicos, devotos o no. Puro goce y pura expresión artística enmarcada en un cielo limpio y una climatología ideal. Fue el día soñado por muchos turistas. Por la mañana y el mediodía, visita a la playa, quizás el primer baño. Por la tarde, paseo y disfrute de las verdaderas maravillas estéticas que son capaces de conseguir los cofrades isleños una vez que sacan sus devocionadas imágenes a las calles de una ciudad entregada a la Semana Santa.

Con ropas más veraniegas que primaverales, y algún que otro bronceado de estreno, miles de personas abarrotaron las calles al atardecer, preparadas para vivir el día más largo de la fiesta isleña.

El Perdón

El marinero barrio de La Casería se vistió con sus mejores galas para recibir al Santísimo Cristo del Perdón salir de la parroquia de la plaza de San Juan. Su salida antes que de costumbre cogió a muchos por sorpresa, pero los fieles que se congregaron en la pequeña plaza pudieron disfrutar de una de las apariciones más originales, dadas las reducidas dimensiones de su templo, que se pueden observar en la Semana Santa de San Fernando. Tampoco defraudó su tradicional paso por el puente de La Casería, otra de las estampas inolvidables de la pasión isleña y una cita ineludible en su recogida por su belleza.

La Misericordia

La negrura de las túnicas y capirotes del Perdón dieron paso a los también luctuosos ropajes de La Misericordia. Por última vez en la Semana Santa, el señero barrio de La Pastora volvió a convertirse en el epicentro de los devotos para contemplar la salida de los dos pasos de la querida hermandad, la única de la zona que el pasado año que no tuvo problemas con la climatología, lo que no supuso ninguna merma para que sus cargadores y penitentes dieran todo de sí mismos, al igual que ocurriera con el Ecce-Homo del Lunes Santo y la Oración del Huerto del Martes Santo.

Si la plaza mostraba un magnífico aspecto en la salida, mejor aún fue el que se vivió en la recogida en plena madrugá, con los nervios a flor de piel por la inminente aparición del Nazareno, el Señor de la Isla, por las puertas de la iglesia Mayor.

El Silencio

El duelo por la muerte de Jesús se completó con la impresionante estación de penitencia de la hermandad del Silencio, que volvió a conmover a los corazones más insensibles con su lúgubre puesta en escena. Las luces se fueron apagando a su paso, la oscuridad inundando la ciudad y el silencio coronando un cielo decorado con una lastimosa luna llena que alumbró una nueva madrugá.