Cultura

Diez años sin Gene Kelly Entre Fred Astaire y Michael Jackson

Mítico representante de la edad de oro del musical americano, el bailarín y coreógrafo dejó una larga filmografía que sobresale dentro de la historia del cine clásico

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Atlético bailarín y excepcional coreógrafo, Gene Kelly -cuyo nombre completo era Eugene Curran Kelly- fue, junto a Fred Astaire, la figura masculina más destacada de la época dorada del musical americano. Hoy, cuando se cumplen 10 años de su desaparición, su mito aún continúa en el imaginario colectivo encaramado a una farola, calado hasta los huesos, feliz de cantar bajo la lluvia.

Pero hizo mucho más que eso. Conquistó el corazón de Rita Hayworth en Las modelos (1944); sacó a bailar al ratón Jerry (de Tom y Jerry) en Levando anclas (1945); se embarcó rumbo al Caribe para convertirse en el héroe soñado de Judy Garland en El pirata (1948), a las órdenes de Vicente Minelli; sin quitarse el traje de marinero, recorrió Nueva York a golpe de giros y piruetas junto a Frank Sinatra en Un día en Nueva York (1949); Viajó a Europa para repetir con Minelli y encandilar a la almibarada Leslie Caron en Un americano en París (1951); Así, hasta casi una treintena de filmes que forman parte de lo más reseñable del cine clásico, pero que sólo le reportaron una nominación a los Oscar -en 1945, por Levando anclas-. Eso sí, seis años después, le fue concedida una estatuilla honorífica, a pesar de que todavía no había interpretado, ni dirigido al lado de su gran amigo Stanley Donen, Cantando bajo la lluvia (1952), la película que le haría definitivamente inmortal.

Al otro lado de la cámara

Tras esta oleada de popularidad, comenzó el inevitable declive. «Un músico tiene su piano, un pintor su pincel y un escritor su pluma. Pero un bailarín sólo tiene su cuerpo. Y el mío pasó su mejor momento», llegó a declarar el propio Kelly. Su reencuentro con el éxito se produjo al otro lado de la cámara, dirigiendo a artistas que comenzaban a despuntar, como a Barbra Streisand en la popular Hello, Dolly (1969).

Sus trabajos como actor se volvieron más que esporádicos. Y en 1980 se le pudo ver, por ejemplo, compartiendo escenas con Olivia Newton-John en Xanadú. Su última aparición en la gran pantalla la protagonizó en 1985 con Esto sí es bailar, junto a un amplísimo elenco de artistas, entre los que se encontraban desde un recién llegado John Travolta, hasta intérpretes tan consagrados como Joan Crawford, Shirley Temple, Clark Gable y hasta el mismísimo Mikhail Baryshnikov. Así, rodeado de compañeros, se despedía del público, y apenas volvería a saberse de él hasta el 2 de febrero de 1996, cuando una enfermedad cardiovascular acababa con su vida física, a los 84 años, y daba inicio a la del mito.

Historia de un sueño

«Pertenecí a la generación que sudaba la camisa y quería que el baile fuera, en trajes y movimientos, algo similar al mundo en que vivíamos. Mi baile se basaba en lo que yo creía era el espíritu del hombre común, el proletario de este país», reflexionaba Kelly en sus último años. Él había nacido -el 23 de agosto de 1912- en un barrio obrero del Pittsburgh (Pennsylvania) más industrial y su condición de clase trabajadora le acompañó siempre.

Curiosamente, su padre era vendedor de fonógrafos, lo que le habría permitido desde niño tener fácil acceso a la música. Pero fue su madre, Harriet, quien le contagió la afición por la danza, a él y a sus cinco hermanos. Así, Gene, Jay, Louise, Jim y Fred formaron el conjunto The five kellys. Con el tiempo, el quinteto se deshizo, pero él y su hermano Fred continuarían actuando bajo el nombre de The Kelly brothers.

A finales de los años 30, Gene Kelly obtuvo la licenciatura en Económicas por la Universidad de Pittsburgh, pero llevado por su sueño de ser bailarín, en medio de la Gran Depresión económica, puso rumbo a Nueva York. Después de una prueba sin éxito para la RKO, Broadway se fijó en él para protagonizar la obra Pal Joey. Allí le vio el afamado productor y cazatalentos David O. Selznick, que le llevaría de la mano a los estudios de la Metro Goldwyn Mayer. A partir de entonces, todo le vino rodado. Kelly firmó fidelidad a los míticos estudios y, gracias a su tesón y capacidad artística, escribiría páginas imborrables para los amantes del cine musical.

Sus espectaculares coreografías se convirtieron rápidamente en todo un éxito, que se prolongó durante los años 50. Fue su momento más dulce: a la estabilidad profesional se le unía también la sentimental. Durante 16 años estuvo casado con la actriz y bailarina Betsy Blair. Un perfecto equilibrio que se rompería en 1957, cuando decidió poner fin a su matrimonio y a su amistad con Stanley Donen -juntos habían dirigido éxitos como Cantando bajo la lluvia (1952) y Siempre hace buen tiempo (1955)-, al tener un romance con la mujer de éste, Jeanne Coyne.

Con ella, que hizo un cameo en Cantando bajo la lluvia, acabaría casándose en 1960 y teniendo dos hijos. La relación terminaría en en 1973, al morir Coyne de leucemia. Más de dos décadas tardaría Gene Kelly en volver a casarse. Lo hizo a la edad de 77 años con la escritora Patricia Ward, con quien permaneció hasta sus últimos días.

Actor solidario

A Gene Kelly le tocó vivir uno de los periodos más oscuros de EE UU en el siglo XX y que afectó de lleno a Hollywood. La llamada Caza de brujas, instigada por el senador McCarthy, llevó en 1947 a la creación del Comité de Actividades Antiamericanas, que arremetió con especial ahínco contra las estrellas del mundo del cine que, por su ideología liberal, fueron acusados de comunistas. En apoyo de los artistas que se negaron a declarar por considerar las actividades de este Comité inconstitucionales, se creó otro, el de la Primera Enmienda, del que formaban parte nombres como el propio Kelly, junto a Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Burt Lancaster y John Huston.

Su actitud comprometida también se extendió a su arte. Tras Cantando bajo la lluvia, el bailarín quería llevar el musical más allá. Viajó entonces a Europa, donde permaneció año y medio. Cuentan que pasó una larga temporada en París donde, aislado del mundo, se dedicó exclusivamente a pensar y a visitar la Ópera de Garnier. Fruto de este periodo ascético, surgió Invitación a la danza (1956). Un proyecto personalísimo, dirigido y escrito por él en solitario y cuyo único protagonista era el ballet. A ojos del público y la crítica de la época resultó una película extraña, demasiado elevada y, por tanto, un absoluto fracaso comercial. Kelly había intentado dar el enésimo giro de tuerca al musical en un momento en el que el género se estaba apagando. Pero, that's entertainment -así es el negocio del espectáculo-, que decía el título de la película que interpretaría en 1976 junto a su admirado amigo y rival en la pantalla, Fred Astaire. «Él es íntimo, frió, fácil. Yo soy fuerte, abierto, de bravura», dejó dicho. Hay quien dice que Gene Kelly estuvo ensombrecido por otro gran actor y bailarín, Fred Astaire. Sin embargo, ambos genios del baile, lejos de enemistarse, mantuvieron siempre una muy buena relación y se sentían, simplemente, defensores de distintos estilos. Así, el propio Kelly llegó a afirmar de su coetaneo lo siguiente: «Si Fred Astaire es el Cary Grant del musical, yo soy el Marlon Brando».

Bis a bis, ya en su edad madura, se les pudo ver en la segunda parte de That's entertainment, titulada en España Hollywood, Hollywood, en 1976.

Con quien tampoco compartía estilo de baile, pero con quien también trabajó a una edad avanzada, fue con Michael Jackson. En Michael Jackson: The legend Continues (1988), el rey del pop logró reunir, además de a Kelly, a otros veteranos actores, como Katharine Hepburn, Elizabeth Taylor o Sophia Loren.

Otra aparición curiosa del actor en sus últimos años tuvo lugar en el año 1981, como protagonista del spot navideño de la marca Feixenet.