CÁDIZ

Resignación, ira y risas en las largas colas de la Oficina de Recaudación

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Indignación y resignación. Entre las personas que ayer hacían cola a las puertas de la Oficina de Recaudación Municipal de la plaza San Juan de Dios había quien se lo tomaba con filosofía y quien blandía la notificación de embargo con ira. Entre los primeros, un hombre que venía a pagar una multa de su hija, N. M., de una moto «que ya le robaron hace años». La multa, impuesta en 1999, ya ha prescrito según él, pero aún así fue obligado a hacer el pliego de descargo.

Otro joven comentaba, sorprendentemente risueño, que le habían congelado su cuenta, en la que sólo tenía 360 euros aunque la cuantía reclamada ascendía a 1.011 euros. «Yo estoy en paro y no tengo dinero», argumentaba aún con sentido del humor. Afirma que no sabe de dónde habrá salido una cifra tan elevada: «Supongo que serán los intereses, porque hace mucho que no me ponen una multa».

Había, desde luego, otras personas más indignadas, como un hombre que se mostraba resignado a pagar la cantidad que adeuda su hija, «porque está en Valencia y no quiero que a la pobre le embarguen la cuenta».

También una mujer, visiblemente airada, hacía la cola con su hijo pequeño y se lamentaba de que nadie le hubiera informado de por qué le amenazaban con el embargo. La carta le había llegado ayer, como a los demás, sin una línea de texto más allá de los números que atestiguaban la deuda con el Ayuntamiento.

Su consuelo es que «medio Cádiz ha pasado por aquí, porque en todo el día las colas han sido tremendas», agregaba mientras el resto de los pacientes contribuyentes se limitaba a asentir con la cabeza.

Desde San Fernando había llegado otro hombre que suponía que su presencia allí se debería a alguna multa que le habrían puesto en Cádiz. Pero tampoco había tenido confirmación al respecto.

«Yo le he propuesto a las personas que estamos aquí que nos saquen una foto con nuestra carta de embargo, pero la gente no quiere», señaló uno de los reclamantes. «No han querido dar la cara», apostilló mientras se encogía de hombros.

A las dos de la tarde, la fila continuaba, pero ya dentro de las dependencias de la Oficina de Recaudación Municipal. Afuera, dos policías informaban a todo el que se acercaba la puerta que el horario de atención al público finalizaba a la una y media de la tarde. O lo que es lo mismo: vuelva usted mañana.