CÁDIZ

Un historiador pide que se proteja el Horno de Compañía como Bien de Interés Cultural

El profesor cree que debe preservarse la fachada y la altura del edificio También aboga por defender el uso «porque es parte de la Historia»

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No todos se resignan a dejar de aspirar el aroma a pan recién hecho al pasar por la calle Compañía. Tras el cierre del Horno que ha pertenecido a la familia Bustelo desde hace más de cien años, un historiador de arte, Juan José López Cabrales, ha presentado una petición para que el inmueble sea declarado Bien de Interés Cultural ante la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía y ante la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento, donde se encuentra pendiente de estudio. El objetivo es doble: por una parte preservar el valor arquitectónico del edificio y también el uso tradicional del negocio.

López Cabrales cree que es comprensible y respetable que la familia Bustelo no quiera continuar regentando este negocio, pero subraya que el Horno de la Compañía es ya «parte de la historia urbana de Cádiz y parte de un patrimonio cultural en un sentido más amplio». En su opinión, «debidamente gestionado puede convertirse en un recurso que genere riqueza y empleo».

Prueba de su potencial es la fama que alcanzó este negocio, más allá de las fronteras gaditanas. Así, en páginas de internet como www.conoces-andalucia.com, se recomienda el horno como uno de los lugares típicos del casco antiguo donde comprar especialidades como el Pan de Cádiz. También en foros de cocina, como el de la página de Carlos Arguiñano, se habla de las delicias que salían humeantes de la calle Compañía: la masa de empanada, el pan de torrijas, de rosquitos... Hace poco menos de dos años la familia propietaria fue reconocida con la medalla del Trimilenario, al cumplir el negocio cien años de existencia.

Pero los orígenes de este Horno no se remontan al año 1904, cuando pasa a manos de la familia Bustelo, sino que pueden rastrearse, incluso, hasta el siglo XVIII. El abuelo de los actuales propietarios, Ramón Bustelo, se lo compró a un panadero de nombre Abelardo Blanco, según los datos recogidos por López Cabrales. De esta forma, calcula, cinco familias han regentado esta panadería a lo largo de la historia de la que se tiene constancia.

Todos esos olores y sabores permanecen aún en el imaginario popular, pero no por mucho tiempo. «Conservar lo que define nuestra identidad no constituye un simple capricho estético trasnochado, sino una verdadera inversión de futuro», sostiene el profesor Juan José López, que precisamente imparte este curso la asignatura de Patrimonio Cultural en la UCA (campus de Jerez).

Los propietarios, sin embargo, creen que la iniciativa del profesor de historia del arte está motivada porque «no quiere que se construya en una casa cercana a la suya», señaló Manuel de Jesús Bustelo y recuerdan que se trata de una venta normal y libre. La familia ha puesto el inmueble a la venta por un valor de tres millones de euros. De manera previa, encargó un estudio del solar al arquitecto Miguel Ángel Moreno Mateos en el que se especifica que «según el planeamiento vigente se pueden construir tres plantas (baja más dos) y que tiene una edificabilidad del 80 por ciento, lo que equivale a 1.079 metros cuadrados construidos». El arquitecto añade que «el solar no está bajo ninguna protección urbanística, por lo que se podría tirar todo lo existente y ejecutar una obra nueva». Una afirmación con la que no está de acuerdo Juan José López: «No se trata de que el edificio no tenga protección, sino de que no ha sido catalogado». A pesar de ello, el estudio del solar reconoce que la construcción tiene más de un siglo y posee una fachada típica del centro histórico.

En cualquier caso, el planteamiento del experto en Historia del Arte es, precisamente, tratar de que se respete la volumetría del edificio, de que no se construya una nueva planta que, según él, «rompería la imagen de esa zona del casco, que tiene mucho tránsito de turistas». También cree que deberían mantenerse elementos antiguos de la edificación y, en la medida de lo posible, rescatar la maquinaría que se empleaba en la elaboración artesanal del pan.