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El Cádiz B y el Chiclana firman tablas en un partido sin dueño

Moisés Arteaga, con un golazo, echó por tierras las ilusiones de los cadistas Los de Calderón siguen sin conocer la derrota en el Municipal de Vejer

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Todo transcurría con normalidad. Los jugadores del Cádiz luchaban denodadamente para amarrar una victoria que necesitaban como agua de mayo, el público asistente la tomaba contra el árbitro (curiosamente, desapercibido ayer en La Bodega) y los entrenadores de ambos conjuntos se desgañitaban en la banda dando órdenes (ininteligibles en la mayoría de las ocasiones) a sus pupilos. Todo avanzaba de manera convencional. Hasta que Moisés Arteaga se hizo con una pelota en el centro del campo. Como si fuese la reencarnación de Fernando Redondo, recortó a un defensa en la línea de medios, se preparó el disparo con la izquierda y enganchó un zurdazo que entró por la escuadra de la meta defendida por Dani. Ni dos porteros hubiesen detenido el obús del expañolista. Arteaga finiquitó con clase y maestría un encuentro que desde que comenzó, careció de dueño.

Y es que tanto el filial como los chiclaneros comenzaron el nuevo año enchufados, con un ritmo que no denotaba el parón liguero sufrido por los dos conjuntos. Ya a los veinte segundos de partido perdonó el Cádiz B su primera ocasión cuando Miguel Ángel, muy desafortunado durante toda la mañana, no controló un balón enviado desde atrás que le dejaba solo con el portero. Esa ocasión fue el prólogo a la lluvia de oportunidades que tuvieron los dos equipos, sobre todo en el primer acto.

Diferentes estilos

Quizás fuese por la ausencia de Mere (en el partido ante el Dos Hermanas fue el mejor) o por la bisoñez de sus centrocampistas, pero lo cierto es que en la primera parte se pudo ver la diferencia de estilos entre los dos equipos que disputaban el derbi provincial. Los de Calderón saben a lo que juegan, se lo saben de memoria todos, pero su juego es demasiado directo, sin elaboración, sin que se mastique la jugada. Por si fuera poco, ayer los amarillos se mostraron, en muchas ocasiones, desacertados y nerviosos, errando pases fáciles. Todo lo contrario que su rival, el Chiclana que, aunque carece del ímpetu y del vigor de los cachorros cadistas, sí posee un estilo de juego más académico, con más organización y que apela más al toque de balón en corto que a los desplazamientos en largos. Destaca en la construcción Moisés Arteaga, un jugador que se divierte haciendo cambios de juego y que, visto lo visto ayer, es el único jugador de los 22 que saltaron al terreno de juego de Vejer que podría jugar en Primera, si en este deporte predominase solamente la calidad.

Pero mientras el Chiclana proponía el juego, el Cádiz B golpeaba cuando menos se lo esperaban los aficionados y así, como quien no quiso cosa, se produjo el primer gol del partido, obra de Alberto Guedes, tras una fenomenal triangulación de la delantera filial. El ocho amarillo remachó de cabeza la jugada y puso el uno a cero en el marcador de La Bodega.

El tanto cadista hizo presagiar una segunda mitad más que interesante pues el Chiclana tenía que venirse arriba y el Cádiz B sabía salir bien a la contra. Pero curiosamente, los bostezos centralizaron el segundo acto de partido. El encuentro se empozoñó y viró hacia el terreno que más le convino a los de Calderón, se volvió trabado, áspero...hasta que Arteaga, rememorando sus grandes tardes en Carranza, se encargó de poner las cosas en su sitio.