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Hamas dice que la muerte del líder hebreo libraría al mundo de «un símbolo del mal»

El exilio palestino lamenta que el mandatario israelí nunca será juzgado por las matanzas de Sabra y Shatila

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El Movimiento para la Resistencia Islámica (Hamas) afirmó ayer que en caso de desaparición del primer ministro israelí, Ariel Sharon, el mundo se librará «por fin de un símbolo del mal», según informó el diario palestino Al- Quds al-Arabi. Parecida opinión

manifestó la organización radical al rotativo árabe Al- Hayat, publicado en Londres, en cuya edición de ayer un portavoz no pudo ocultar «su alegría» por el deterioro de la salud de Sharon, aun cuando lamentó que vaya a morirse «antes de ser juzgado por los crímenes cometidos contra el pueblo palestino».

Por otra parte, un sentimiento contradictorio de alivio y temor impregna a los miles de refugiados palestinos que viven en Líbano desde que se conociera la enfermedad de Sharon, al que consideran un «criminal». De cual- quier manera, una sonrisa es el signo habitual que decora las depauperadas calles de los doce campamentos repartidos por el País del Cedro, cuando se pregunta a viandantes. Incluso algunos dispararon al aire al enterarse, y desde entonces, himnos patrióticos resuenan en las callejas.

Sin embargo, asimismo se vislumbra un rictus de preocupación en los rostros de los dirigentes palestinos, convencidos de que la desaparición política o física de Sharon no supondrá ningún cambio en su devenir. E incluso estiman que puede anegar aún más sus esperanzas de volver algún día a su tierra.

«Es para nosotros, pero también para el resto del mundo árabe, un criminal, un sanguinario y un vampiro», declaró Sultán Abdul Aynan, representante en Líbano de Al-Fatah, principal grupo en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). «En caso de que muera, incluso puede que se recrudezca el extremismo contra nosotros. Cualquiera que venga después de él, será igual, porque los israelíes no quieren la paz», subrayó.

Los acuerdos de Oslo

En opinión de Aynan, nada cambiará tampoco en los corazones de los expatriados, decididos a proseguir con su lucha, «ya sea a través de las negociaciones o de las armas si nos obligan a recurrir a ello». «No hay que olvidar tampoco que Sharon fue el que anuló los acuerdos de Oslo de 1993 y el plan de paz conocido como Hoja de Ruta, y el que siempre ha tratado de aniquilar la esperanzas de los palestinos a regresar a su tierra», agregó.

«La única pena es que finalmente no será juzgado por las matanzas de Sabra y Shatila», perpetradas en estos barrios de Beirut durante la invasión israelí de Líbano en 1982. En septiembre de aquel año, y durante dos días, la milicia cristiana libanesa, aliada del Gobierno hebreo, masacró a cientos de refugiados palestinos ante la impasibilidad de la tropas de ocupación dirigidas por Sharon. En 1985, un comisión independiente judía responsabilizó al todavía primer ministro de forma indirecta.

Para Jaled Aref, responsable palestino en el campamento de Ain al-Helu, el más populoso de Líbano, nada, ni siquiera los logros de su última época política, pueden rehabilitar el currículo del general israelí.

Las matanzas de Sabra y Shatila son un recuerdo indeleble en la atribulada memoria de los palestinos que, desde 1948, viven refugiados en Líbano, con los derechos arrebatados por el Gobierno de Beirut, que se opone a su asentamiento definitivo.