OPINIÓN

Viviendo deprisa

Y me niego a no apreciar el milagro de esta primavera que no ha querido acudir a la fiesta de los sentidos

Yolanda Vallejo

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No ha querido la primavera, este año, acudir a la fiesta de los sentidos. Será el cambio climático, o será que todo va tan rápido, que incluso la primavera ha cedido su sitio al verano, como si se retirara, como si renunciara, derrotada, a los ... meses que le quedan. Ya ve, no ha habido, casi, tiempo para la rebequita, ni para cambiar los armarios, porque el verano ha venido y nadie, o casi nadie, sabe cómo ha sido. Claro que han florecido los azahares, aunque haya sido más en el imaginario colectivo que en la realidad, porque la floración ha sido tan rápida que apenas ha dado tiempo a emborracharse antes de que la gravedad sea una atracción fatal para los frutos que ya cuelgan descarados, y reventones, de los naranjos. Y claro que la Cuaresma se ha empeñado en mostrar su mejor cara, siguiendo el precepto del evangelista: «no seáis como los hipócritas» –dice san Mateo- «porque ellos demudan su rostro para ser vistos por los hombres». Y claro que los días son más largos y la oscuridad se empeña en ser más clara; y en el cielo empieza a dibujarse la primera luna llena de abril. Y claro que huele ya a cera derretida, y a canela, y a incienso. Y claro que el almanaque señala que hoy es Domingo de Ramos, pero ha llegado tan pronto que tiene una la sensación de que algo se nos ha perdido por el camino; puede ser la primavera, no digo yo que no. Pero pudiera ser también que este 2023 ande empeñado en darlo todo y no pueda, apenas, aguardar a los acontecimientos.

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