CARDO MÁXIMO

Verifícalo

La película enseña una gran lección sobre la búsqueda de la verdad y la responsabilidad de cuanto se publica

Fotograma de la película «El caso de Cristo» ABC
Javier Rubio

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Tenía previsto escribir sobre las encuestas que se han venido publicando para glosar los datos que muestran, pese a todos los pesares, que el PSOE sigue siendo el partido más votado y al que le corresponderá formar gobierno, pase lo que pase, en opinión de la mayoría de los encuestados. Tenía en la cabeza opinar de esto, pero alrededor de una mesa, alguien me sugirió escribir sobre las cosas que hacen llorar, las que hacen reír o ambas cosas, que resultan ser las más emocionantes. Y eso me ocurrió en el preestreno de cine al que acudí el martes.

Desde hace semanas, no hay día que pase sin desatarse en la redacción alguna conversación sobre la película «Los archivos del Pentágono», el épico relato de la publicación de los papeles con la estrategia secreta del Gobierno estadounidense en la guerra de Vietnam por parte de «The Washington Post». A menudo, la charla entre compañeros oscila entre la melancolía por los viejos tiempos del periodismo, cuando era capaz de ganarle un pulso al poder político, y la impotencia manifiesta para adaptarnos al nuevo ecosistema más allá de la charca de tinta en que croábamos felices. Pero si vale mi recomendación, me permitiría sugerir otra película sobre periodistas del «Chicago Tribune» en los años 80, cuya redacción estaba presidida por una legendaria declaración de principios que firmaríamos todos: «Si tu madre te dice que te quiere, verifícalo».

La cinta, que lleva por título «El caso de Cristo», enseña una gran lección acerca de la búsqueda de la verdad, la comprobación de las fuentes, los prejuicios a la hora de abordar una información y la responsabilidad de cuanto se publica. Un chivato inocente acepta comerse un marrón de quince años de cárcel para no desenmascarar a una unidad policial. Esa no es la trama principal, por supuesto, pero sirve para ilustrar el afán obsesivo del protagonista por verificar la noticia más trascendental de todos los tiempos, se crea o no en ella.

Lo que hace Lee Strobel, que así se llama el periodista de plantilla que persigue desmontar la veracidad histórica de un hecho que él consideraba mera superstición despreciable es acudir a las fuentes, contrastar los datos y hacerse continuas preguntas. No muchas, pero sí muy trascendentales, del tipo de cuestiones que nos da miedo hacernos porque nos abocan a enfrentarnos a nuestra propia debilidad. Quizá sea la parte más incómoda de la cinta para una profesión muy acostumbrada a enfocar la realidad con anteojeras a partir de apriorismos comúnmente establecidos.

Me he visto retratado en esa cinta con una fidelidad que a mí mismo me asusta: hay situaciones que he vivido tal cual están filmadas. Aunque no sea exactamente con el periodista escéptico con quien me identifique. Fue eso lo que me hizo llorar y reír a un tiempo.

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