EL RECUADRO

Sevilla, palimpsesto

Un palimpsesto. Así es todo el comercio hasta ahora tradicional de Sevilla y así ha sido siempre

Tomás González, presidente de Aprocon, que en septiembre cerrara su tienda de ropa de hombre, Noguel, la más antigua de la calle Tetuán Vanessa Gómez
Antonio Burgos

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Si nieva en el llano, ¿qué no será en la sierra? Si el presidente de la Asociación de Comerciantes de Sevilla (Aprocom), don Tomás González, nieto del fundador de La Punta del Diamante (donde ahora Starbucks), le echa el cierre a su camisería Noguel de la calle Tetuán y decide dar paso a una franquicia, según nos contaba María Jesús Pereira en un prolijo reportaje, ¿que será de muchos otros pequeños comercios tradicionales que resisten como gato panza arriba en el centro, algunos de ellos centenarios, como la Papelería Ferrer, la sombrerería Maquedano o la Joyería Reyes? Como la materia, el comercio no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Ahora, en franquicias, que hacen que los centros comerciales de las ciudades estén como repes: en todos hay las mismas tiendas de las mismas cosas y con el mismo nombre. Dentro de poco, pasaremos por la calle Tetuán, y en esa acera de Noguel, diremos:

— Aquí, donde Benetton, estaba el Ateneo. Y al lado estaba la camisería Noguel. Y antes que Noguel, que abrió en 1954, estaba la Frutería Tetuán, que se trasladó a San Pablo.

Un palimpsesto, sí, que según el DRAE es un «manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente». Así es todo el comercio hasta ahora tradicional de Sevilla y así ha sido siempre. María Jesús Pereira daba una lista, que incluso podría ampliarse, de este palimpsesto del comercio: donde estaba Macarro, ahora Yves Rocher; donde Los Pequeños Suizos, que antes fue la Casa Singer de máquinas de coser, Orange; donde Pañerías Redondo, la de los programas de radio, Zara; donde Félix Pozo, Bimba y Lola. Y así sucesivamente. Y hay hasta como un cambio de estampitas entre los comercios tradicionales: donde la refinada y casi británica Uclés, ahora la Cerería del Salvador. Me acuerdo que, de niño, cuando iba de la mano de mi padre por Sevilla, iba refrescando su memoria de este palimpsesto. En la Plaza del Duque, ante los Sindicatos, me decía:

— Mira, Antoñito, aquí estaba La Vinícola, que tenía cuartos para las juergas con cante y donde yo, que estaba de aprendiz frente, en los Almacenes del Duque de Fernández y Compañía, escuché por la ventana cantar a Manuel Torre una mañana antes de entrar al trabajo. Y al lado estaba el Teatro del Duque.

Sí, Sevilla es un palimpsesto. Las coplas del Pali son las coplas de este Pali-Mpsesto. Como mi padre conmigo de la mano, entro ahora del brazo de la Jefa de mi Casa Civil por la calle Sierpes desde la Plaza y le voy recordando:

— Aquí junto a la administración de loterías estaban las antigüedades de Segundo: «Segundo no negociará con usted, usted negociará con Segundo». Y al lado, donde luego abrieron Vittorio y Luchino su primitiva tienda, la barbería de Bors, la primera de Sevilla donde hicieron el «corte esculpido a navaja». Y frente, Los Corales, con su puerta falsa a la calle Almirante Bonifaz. Y en la esquina, Herrera el de las plumas. Y en la otra esquina, la casa Underwood de máquinas de escribir, donde daban clases de mecanografía. Y más adelante, la Óptica Rodríguez del Valle, y la librería de Don Tomás Sanz. Y en lo que ahora es Caixabank, el Banco Hispano Americano, con su precioso patio de operaciones. Y al lado, la joyería La Purísima. Y frente, en la tienda de cerámica donde ahora ponen el cartel de Semana Santa, la armería de Los Eibarreses. Y al lado, Auto Ibérica, en cuyos altos vivía el humanista Miguel Romero Martínez. Y junto a lo que fue Joyería Ruiz, donde ahora venden cosmética coreana, el restaurante Pasaje Andaluz, que daba también a la calle General Polavieja...

Y así, tienda a tienda, tras pasar por el palimpsesto de Deportes Zeta y su armería, o del salón de betunería de Biedma, o de la Librería Atlántida, recuerdo a recuerdo, llegamos a La Campana. Donde lo único que ha resistido al triste palimpsesto de Sevilla han sido la Confitería histórica con cuyos veladores la tiene tomada el Ayuntamiento y el puesto de Curro el de los Periódicos. Que a su vez había estado antes en la esquina de Rafael Padura, donde ocupó el pequeño local del Agraz de Dolorcitas. Y, ay, esto es lo que hay.

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