COMENTARIOS REALES

Reconciliación

Comprender, perdonar y reconciliar supone la mutua convicción de poder compartir un futuro común

Fernando Iwasaki

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Cuando trabajo el tema del perdón con mis estudiantes, recurro a una bibliografía dispar para preparar mis clases. A saber, Hannah Arendt, Erich Fromm, Massimo Recalcati, Ernst Jünger, Giorgio Agamben y Peter Slöterdijk, entre otros. Ninguno ha escrito realmente un ensayo a conciencia sobre el tema, pero todos me aportan ideas que me permiten concluir para mis alumnos que una reparación ideal supone -en estricto orden- comprensión, perdón, reconciliación y una nueva oportunidad. Cuando esas cuatro condiciones se cumplen es maravilloso, incluso cuando se dan las tres primeras (sin nueva oportunidad) y lo mínimo satisfactorio supondría comprensión y perdón (sin reconciliación y sin nueva oportunidad). ¿Por qué las heridas del franquismo y la guerra civil continúan abiertas y supurando tantos años después? Porque sólo nos dimos una nueva oportunidad sin comprender, sin perdonar y sin reconciliar, tal como le sucede a miles de mujeres maltratadas que siguen concediendo nuevas oportunidades a esos maltratadores que jamás piden perdón.

Me pesa resumir en tan escasas líneas un tema que desarrollo en clase durante varias semanas, pero creo que el asunto es lo suficientemente importante como para ser expuesto fuera de los cenáculos universitarios. Hannah Arendt reconocía en «La condición humana» (1958) que una de las grandes contribuciones del cristianismo a nuestra civilización fue el concepto del perdón -«El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular»-, lo que no quiere decir que perdonar o pedir perdón haya sido algo que caracterizara a sociedades mayoritariamente católicas como la nuestra. Por eso me parece más grave que no exista ninguna posibilidad de reconciliación en España.

Todos nos damos cuenta cuándo alguien nos pide perdón con humildad, sinceridad y arrepentimiento, y todos sabemos -en la intimidad de nuestra conciencia- cuándo hemos perdonado de verdad. ¿Perdonar implica olvidar? De ninguna manera, pues en materia emocional no es posible ni «resetear» ni crear un punto de restauración del sistema. Sin embargo, comprender, perdonar y reconciliar supone la convicción de poder compartir un futuro común y sólo así tiene sentido la existencia de una nueva oportunidad. Pasar página con la certeza de que no ha habido ni comprensión ni perdón ni reconciliación sólo envenena las oportunidades concedidas. Por desgracia es lo que ha ocurrido con la Transición y sin duda ocurrirá de nuevo con el mal llamado proceso de paz de la banda terrorista de ETA.

Y lo peor de las heridas abiertas del pasado es que nadie se siente responsable de los desmanes, pero todos se sienten herederos de los agravios.

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