TRAMPANTOJOS

Radiografía de un país

A pesar del hastío y el desengaño, descubro una lucidez inesperada en este país triste y maravilloso

Ni los leones del Congreso parecen rugir ante la situación que vive España JOSÉ MARÍA BARROSO
Eva Díaz Pérez

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Radiografía de un cadáver. Es lo que parece sugerir la actualidad de este país llamado España. Sí, sigue respirando, palpita su corazón envejecido, pero le invade un aire de melancolía, de hastío. ¿Está cansada España? ¿Es incapaz de avanzar con las tristes muletas de su Historia?

Los últimos acontecimientos nos muestran un cuerpo inerte que se mueve por inercia. Pero creo que es sólo apariencia. España no avanza porque arrastra un lastre de mentiras, de corrupciones, de papeles viejos, de polvo bajo las alfombras.

Los que llevan el timón de España han perdido la brújula y el cuaderno de bitácora. Presienten que algo les arrastra hacia el fondo. Pero esa vieja galera llamada España no zozobrará con ellos. No sé por qué, pero en medio de este descrédito, descubro un aire nuevo, una raíz verde que no se pudrió en la tierra enferma. Inesperada y admirable España.

El telediario abre su portada con una victoria de fútbol que suena a pan y circo para ocultar el desencanto. ¿Es posible que con lo que está ocurriendo el Real Madrid sea la noticia más importante? El día anterior fue una exhibición de las Fuerzas Armadas. No sé, creo que la fuerza de este país ya no está en el fútbol y el Ejército sino en otras cosas, aunque sigan empeñados en señalar lo mismo.

Las playas de Cataluña se siembran de cruces amarillas y hay una absurda guerra de banderas. Pero es sólo un entretenimiento de niños tontos en el recreo. Debajo de la arena algo puede estar surgiendo en España.

Hace muchos años Martín Elizondo escribió una obra de teatro que resumía cierta idea de España. Se titulaba «Las hilanderas» y planteaba una cruda metáfora de España. Aparecían dos penélopes que tejían y destejían una tela que simbolizaba el alma de un país incomprendido. Las hilanderas hacían su trabajo hasta que descubrían agazapados en la trama del lienzo los viejos fantoches del pasado. Era la España guiñolesca y tragicómica que siempre tenía un epílogo amargo en todos los finales de su historia. Como en esos versos de Gil de Biedma:«De todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España,/ porque termina mal».

Sé que los leones del Congreso rugen de aburrimiento en la madrugada y que todo parece rendido y fracasado. Pero hay algo que está cambiando. Tal vez hayan desaparecido los fantoches. No sé, quizás sea una nueva reinterpretación de España, una necesidad de explicar y de explicarnos, una viveza nueva, una lucidez inesperada que descubro en quienes quieren narrar este país triste y maravilloso que tantos intentan devorar desde fuera y también desde dentro.

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