Puntadas sin hilo

La primera gota

El problema de la sociedad de hoy es que queremos llegar a la última gota de sudor sin transpirar la primera

Manuel Contreras

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En vísperas del reciente derbi sevillano escuché a un jugador prometer que su equipo iba a dar hasta la última gota de sudor en el campo. La última gota de sudor es una socorrida metáfora para simbolizar el esfuerzo físico; es recurrente en el deporte -si se escribe la frase en Google aparecen cientos de citas de deportistas de toda índole-, pero también es aplicable a la vida real para expresar el compromiso con una tarea y la dedicación en su desempeño. Tiene mucha épica y representa el camino hacia el éxito, pues entraña la idea de que el único camino para la consecución de los objetivos es el esfuerzo sostenido. Es redentora porque denota que se ha hecho todo lo posible, que no se han reservado fuerzas en el empeño ni se ha especulado con el trabajo. Además, la última gota de sudor es muy fotogénica; luce fenomenal sobre los rostros rotos por el agotamiento, impregnada en el tejido de las camisetas empapadas, en la toalla al cuello del triunfador que saluda.

Es la gota definitiva, pero no la más importante. Tengo para mi que la realmente trascendente es la primera gota de sudor. No tiene tan buena prensa, pero es más meritoria. La primera gota de sudor es el prólogo de la batalla; supone el triunfo sobre los miedos, sobre la tentación de no meterse en líos, sobre los consejos desalentadores. Cuando la primera gota de sudor aparece perlada en la frente ya no hay marcha atrás, es el Rubicón a partir del cual solo queda por delante la confianza en nuestras propias fuerzas y la lucha por el objetivo. El discurrir de esa gota por la frente marca la frontera entre la comodidad y la osadía, la pereza y la actividad, el recato y el riesgo, el conformismo y el cambio. Hasta que la primera gota de sudor cae al suelo, los proyectos son reacreaciones virtuales reversibles, existe un botón rojo para abortar la empresa. Todo puede quedar en una idea que nunca se llegó a acometer. Una vez que se ha roto a sudar se acaban las indecisiones y solo cabe el éxito o el fracaso.

Las menciones y los focos seguirán siendo para la última gota de sudor, pero ésta nunca existiría si no hay una primera. La gota valiente. El problema de nuestra sociedad, en particular de la juventud, es que estamos más pendiente de la última gota de sudor que de la primera. Queremos vivir como los triunfadores que nos muestra la televisión en el deporte, en las finanzas, en la moda, en la empresa, en el arte... pero hay poca predisposición a romper a sudar. Hay miedo a la primera gota de sudor, que es un salto al vacío incierto. Aspiramos a lucir la última gota de sudor sin transpirar la primera. Se quiere llegar al éxito evitando el riesgo y el esfuerzo, y la consecuencia es un conformismo hedonista: vivir como los triunfadores sin ser triunfador. Por ello estamos en la época de los «ninis» que viven de sus padres, los jetas que cobraron EREs sin trabajar, los políticos que lograron masters sin ir a clase. El afán es llegar a la meta sin recorrer el camino. Y con la frente bien seca.

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