LA TRIBU

Palmeros

Ya vemos cómo reacciona el PP cuando alguien lo «ofende» diciéndole lo que la gente piensa votar

Antonio García Barbeito

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El poder quiere palmeros, no críticos. Si es poder consolidado, muchos palmeros, y si es poder que sueña con mandar más que nadie, que no falten palmeros. Todos conocemos a gente de poder —en la política, la comunicación, la empresa, el toreo— que no se separa de la criba y está diariamente garbillando a sus cercanos, que lo que consideran buen trigo —por agradadores— queden a salvo y queden para el rehús aquellos que alguna vez le pusieron un pega, trataron de corregirle algo o le dijeron a la cara lo que consideraban que no estaban haciendo bien. Una vez, uno que tenía muchas ganas de encaramarse con cierto poder de otro con mucho poder, impaciente porque éste amagaba pero no le abría puertas, empezó a despotricar y a decir que cuando se lo echara a la cara iba a decirle tal y tal y tal; le dije: «Si no te interesa, bien; si te interesa, malo. Si su falsa sonrisa no te salva, su ira te hundiría para siempre, porque se consideran dioses y como tales actúan, para lo bueno y para lo malo, y como el poder les pone el pedestal y el dinero, dioses son.» No me hizo caso. Todavía está esperando a que le abra la puerta. Y, con cara de asco, ve cómo el otro pasa por su vera, rodeado de palmeros que no osan decirle ni si se ha manchado el jersey comiendo salmorejo. Ni siquiera eso. El dios no puede mancharse, ni ser imprudente, maleducado, desabrido, inoportuno, ni se equivoca, ni tiene que espabilarse.

Conocí a un alcalde de la dictadura que en el Ayuntamiento tenía una máquina de cambiar actitudes: hacía concejal a todo el que hablara mal de él, y los amansaba hasta que se convertían en sus más fervientes aduladores. Así, con renovadas artes, he conocido a políticos de derecha, de izquierda, de centro, de extremos. Al respecto, añadamos algo no desdeñable: cuando los halagos han sido más o menos justificados —incluso pasados de mimos—, el dios en cuestión jamás se preguntó si merecía tantas palmas, pero a ese mismo dios lo saca de quicio un silbido aislado y aun ver que hay uno que no aplaude. Ya vemos cómo reacciona el PP cuando alguien lo «ofende» diciéndole lo que la gente piensa votar en las próximas. Se acostumbraron a los mimos que la intención de voto propiciaba y ahora no aguantan lo contrario. Dioses menores, acomplejados y miedosos que sólo saben vivir rodeados de palmeros, lejos del esclavo romano que les recuerde que son mortales. Pues, igual que otros dioses, lo que tienen que hacer es convertir su ciudad en una subvencionada escuela de palmeros. Y asegurarse palmas y votos, lo único que quieren. Aunque quienes los mantengan en el poder los odien sin medida.

antoniogbarbeito@gmail.com

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