LA TRIBU

No soy persona

Pobre lenguaje, en manos de las chuminás que nos cuestan un pastón y una pastona

Antonio García Barbeito

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Es para ponerse en plan contraataque ante el rugido de la marabunta de las chuminás llamadas sexistas; es para que los hombres nos pusiéramos a exigir el masculino en todos los femeninos que tenemos en lo alto y ante los que no decimos ni pío, por ejemplo, cuando a un hombre lo llaman persona, o pena, o joya: «Usted, señor, es una persona muy amable», «ese tío es una pena», «dicen que usted, muchacho, es una joya…» Era para que nos pusiéramos en el mismo plan que ellos y hacerles un Boadella y exigir ser llamados personos, penos (por no decir penes) y joyos. Y por extensión de la chuminá, que cuando es una mujer la que sigue, sea llamada la siguienta, y si es guardia, la agenta, y si contribuye, contribuyenta. Porque si a la que preside la llaman presidenta, que cunda el ejemplo. Se ve que está todo arreglado, cuando se dan a estas cruzadas sin cruz contra el lenguaje.

Es una pena que mientras unos cuantos —y unas cuantas— ponen la mano a fin de mes para cobrar un pastón por deshacer más que hacer, no luchen a favor de los niños y permitan que en todas las televisiones, papel o radio, oigamos o leamos «las miles de personas», «el incendio ha sido provocado», «como no puede ser de otra manera», «vuelvo a repetir», «ha aparecido un cadáver», «decir que…», «a punta de pistola», «el equipo Tal tiene el partido en clara franquicia…» No, ahí no se meten, sencillamente porque lo que les interesa no es el buen lenguaje, sino la chuminá del lenguaje, el imposible, el retorcimiento del masculino hasta operarlo y convertirlo en un transexual, o modelarlo hasta conseguir la androginia buscada o borrar hasta el último recuerdo de él, el masculino. Están en un plan que no sé cómo no han impuesto inteligenta, ni portenta, ni caminanta, ni comensala… Neguémonos los hombres a ser llamados bañistas, automovilistas, artistas, pensionistas, ciclistas, motoristas… Neguémonos, y enfrentémonos al rugido de la marabunta que viene comiéndose los masculinos, hasta que consigamos una guerra tal que no nos entendamos, una babel sin torre, una lucha titánica entre masculinos y femeninos, entre feministas y masculinistas, hasta que el odio absurdo, ciego y torpe nos lleve al asesinato de la palabra que heredamos, tan clara, tan hermosa, tan común, tan sonora, tan amplia, tan generosa, tan rica. Pobre lenguaje, en manos de las chuminás que nos cuestan un pastón y una pastona. Pobre lenguaje, manejo de cursis y timoratos. En casos así, me acuerdo de una frase de la película «El lado oscuro del corazón»: «…la mayoría de los problemas que tenemos se deben a que vivimos en un mundo de mal cogidos…»

antoniogbarbeito@gmail.com

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