LA FERIA DE LAS VANIDADES

Las niñas que vienen

Son despiertas, inquietas, no paran ni un momento. Y saben que nadie podrá quitarles lo que han conseguido las mujeres que las precedieron

Jóvenes estudiantes atienden a la explicación de una monitora ISABEL B PERMUY
Francisco Robles

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Todavía no son mujeres. Viven en ese cernudiano territorio de la infancia, cuando el tiempo aún no las ha alcanzado. Descubren el mundo a cada momento, y se lo beben. Te conocen y te hacen una entrevista como una radiografía, se meten en Internet y te sacan tu vida por Wikipedia, son más listas que el hambre que no tuvieron que pasar sus madres, aunque sí sus abuelas. Aprenden inglés o chino, guitarra o piano, y lo hacen con una energía envidiable. Participan en olimpiadas físicas o matemáticas. Leen todo lo que caiga en sus manos y en sus ojos. Vienen con la lección aprendida, y no están dispuestas a dar ni un paso atrás. Son las niñas que cogerán el testigo de las madres que han tenido que dar varios pasos adelante para criar a la prole sin dejar de trabajar, para unir la inteligencia y la belleza en un mismo acorde, para sentirse importantes porque se lo han ganado todo a pulso, sin regalos de nadie.

Esas niñas liderarán la sociedad del futuro en pie de igualdad con sus compañeros de clase o de juegos. Forman parte de una generación que ya no distingue entre lo real y lo virtual, porque la informática es la realidad, porque nacieron con los ordenadores y los móviles, porque hablan por wasap como si estuvieran haciéndolo de viva voz, porque el mundo en que han nacido es muy distinto al nuestro, y eso se nota. Son despiertas, inquietas, no paran ni un momento. Y saben que nadie podrá quitarles lo que han conseguido las mujeres que las precedieron con el inevitable sacrificio que ello conlleva.

Hay vida más allá de ese proceso catalán que han desenmascarado hasta los alemanes que denuncian las mentiras encadenadas del independentismo más fiero. Hay vida más allá de esta pandilla de mentirosos que quiere cargarse los logros de la Transición a golpe de demagogia. Y esa vida está en los pensionistas que reclaman lo que es suyo porque lo han cotizado, si bien los que aún no hemos llegado a esa edad tendremos graves problemas para cobrar una pensión en un país de viejos. Por eso hacen falta niños y niñas que rindan lo máximo en el plano intelectual sin necesidad de entregar la felicidad de la infancia en un estudio excesivo que caiga en la paradoja de la neurosis. Se puede ser feliz sin dejar de ser inteligente, y eso lo saben perfectamente estas niñas de las que nadie habla, pero que están ahí, desarrollándose en unos estratos inimaginables hace muy pocos años.

Es cierto que los niveles educativos no están a la altura deseada para lo que se invierte y para lo que se podría conseguir. Pero eso no puede ocultar la realidad que se abre paso en las nuevas generaciones —con minúscula— cuando algunos de sus integrantes no se entregan al placer inmediato ni al capricho, sino que se encuentran a sí mismos en el esfuerzo y en la disciplina que nos imponemos para ser más fuertes. Voluntad, divino tesoro. Invencible como la inteligencia que la sustenta, porque el saber y el hacer son las dos caras de la misma moneda. De ahí viene la fuerza de esta generación de niñas que irrumpirá dentro de unos años en la sociedad que ya no podrá rechazarlas por ser mujeres. Entonces nos daremos cuenta de qué son capaces de hacer estas niñas de nuestros ojos.

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