ENFOQUE

Mujeres en defensa de la igualdad

Mi admiración a todas las mujeres que han superado todos estos obstáculos para desarrollarse plenamente como personas y que se niegan a que las traten como «víctimas»

Un momento de la manifestación celebrada el pasado 8 de marzo por las calles de Sevilla J.M. SERRANO
Álvaro Ybarra Pacheco

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Las miles de mujeres que participaron el pasado jueves en las manifestaciones por la igualdad convirtieron el 8-M en una jornada histórica. Algunos han tratado de restar importancia a la protesta al considerar que las manifestantes habían sido arrastradas a la calle por un fenómeno de victimización colectiva fabricado por los medios de comunicación. Otros han tratado de ideologizar las marchas y vincularlas con la demagogia anticapitalista propia del populismo y los partidos antisistema. Lo único cierto y constatable es que la mayoría de las mujeres se han sumado a la marcha de protesta porque se consideran discriminadas respecto a los hombres en bastantes facetas de la vida. Se ha avanzado mucho en el fomento de la igualdad, es cierto. Pero no es menos verdad que aún persisten en la España de hoy situaciones de menoscabo, discriminación y abuso que sería necesario finiquitar. Como decía el editorial de ABC del pasado día 8, «en una democracia sólida a nadie debe caberle duda de que es muy positivo defender todos los derechos civiles regulados en nuestras leyes y tratar de ampliarlos si no se respetan lo suficiente».

Estoy en contra de la llamada ideología de género porque trata de sustituir la lucha de clases por una «guerra» entre mujeres y hombres que terminará por agravar los problemas que pretende resolver. Pero es evidente que en España, aun habiéndose aprobado en los últimos años diversas iniciativas encaminadas a reducir las desigualdades, queda un vasto campo por regular. De entrada, no existe una política integral dedicada a favorecer la conciliación familiar, fuente de muchos de los obstáculos que encuentran las mujeres para desarrollar una carrera profesional compatible con su maternidad y su vida familiar. La igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres no será real si no se garantiza una evaluación justa de los méritos y capacidades de cada cual para alcanzar puestos de relevancia social o de representatividad pública.

Mi admiración a todas las mujeres que han superado todos estos obstáculos para desarrollarse plenamente como personas y que se niegan a que las traten como «víctimas». Su privilegiada situación, conseguida sin duda gracias a su esfuerzo personal, no debe empañar el ejercicio de libertad que miles de españolas practicaron el jueves pasado en defensa de la igualdad real.

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