El jubilado de oro

Mas se va a su casa cobrandola pensión de un expresidente de la Generalidad

Artur Mas anunció esta semana su renuncia a la presidencia del PDeCat REUTERS
Felix Machuca

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Arturo Más, esa franquicia icónica del logo de Netol, se va a su casa. Tan campante. Si hubiese llevado gorra y estrellas en su guerrera es más que posible que hoy penara con cárcel el exceso de su borrachera independentista en una prisión de Figueras. Pero era un nacionalista extremo catalán. Una especie de ave del paraíso que había que cuidar como al lince de Doñana. Pese a que ha sido uno de los más conspicuos golpistas contra el Estado español. Mas se va a su casa. Como el que viene de una misión a Marte y se ha ganado el descanso y el reconocimiento de todos. España a veces parece estar habitada por marcianos que copan sus órganos de gobierno y los altos tribunales del Estado. Antes de su retirada se ha cargado Cataluña, sajándola en dos mitades con un escalpelo llamado independentismo. Una ocurrencia pitillera de un nacionalismo estupefaciente que, un mal día, lo iluminó como si fuera Moisés. El hombre se miró en el espejo de la Generalidad y se vio como Charlton Heston interpretando al líder bíblico del pueblo hebreo. Cogió el cayado del tres por ciento, las tablas de sus leyes caprichosas y se puso al frente de un relato de terror, donde él y los de su camada, sobre un tálamo de mentiras y odios supremacistas, se empeñaron en romper lo que estaba entero y sigue entero. Creyó que toda Cataluña lo acompañaría en semejante travesía del desierto. Como si Cataluña entera quisiera desenchufarse de España y no vieran en semejantes aventureros la semilla del mal. La historia está tantas veces contada que resulta moroso tener que recordarla.

Más se va a su casa cobrando la pensión de un expresidente de la Generalidad. De un golpista que violentó las leyes y acusó a España de robarle a Cataluña lo que su propia trama independentista gastaba en pagar a periodistas foráneos, mantener abiertas embajadas de la señorita Pepis y poner a las Sanidad catalana al borde del colapso. Le recortaba asistencia a los catalanes para darle el dinero a los Jordis y a sus tramas soberanistas. De la economía mejor no hablar. Hoy puede estar orgulloso del bono basura catalán. Y de que cerca de tres mil empresas hayan cogido puerta, camino y mondeño por culpa del procés, inscribiendo sus domicilios sociales por el resto de España. Un talento nada común el de este tipo que se ha ganado a pulso pasar al basurero de la Historia. Lo más esperpéntico es que, tras haber hecho tanto daño a la nación y a la Constitución española, el tipo se va a su casa a contar biblias andorranas con su gran mentor político, el nada honorable señor Pujol. Como si no hubiera pasado nada. Como si un ser tan dañino fuese una sopita de pescado en blanco.

A su casa y con la pensión de un expresidente de la Generalidad. Con dos pares. Que es muchísimo más de lo que pueden cobrar tres guardia civiles de los que mandamos al principado para sofocar aquella algarabía de tractoristas y sufrieron en sus carnes la insidiosa sonrisa del independentismo. Eso solo pasa aquí, en España, en Marte, en un país de marcianos que parece no amarse a sí mismo y es incapaz de reconciliarse con lo mejor que ha hecho en los últimos doscientos años. En cualquier otro país que crea en sus leyes, en su papel en la Historia y en sus hombres más decentes y capaces, Mas no se iba a su casa como un jubilado de oro. Lo haría como lo que es: un tipo que debe pagar por lo que ha hecho y reinsertarse en la sociedad a la que dividió sembrando odio y racismo. A Más, en cualquier país serio de Occidente, le quedaría por delante trabajar para esa comunidad que ha puesto al borde del desastre y que le ha costado a España mil millones de euros. Y tras pedir perdón por su locura cantonalista tendría que empeñarse, todos los días por el resto de sus días, de ocho a cuatro de la tarde, en limpiar parques y jardines, empujar carritos de ancianos desvalidos o en servir libros en una biblioteca pública. Todo lo demás es eso: Marte en España. Y Más en su casa como un jubilado de oro.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación