Joaquín

Ha demostrado que los andaluces que triunfan en sus profesiones no tienen por qué ser «rara avis», tipos serios que pulen su acento

Joaquin saluda a la grada tras conseguir el tanto que dio la vistoria al Betis frente al Sevilla EFE/Jose Manuel Vidal.
Manuel Contreras

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Lo mejor de Joaquín Sánchez no es que sea un magnífico futbolista. Ni su destreza para contar chistes, ni su espontaneidad, ni desde luego su peinado. Me encanta Joaquín porque ha echado por tierra todos los tópicos y prejuicios atávicos con los que nos desconsideran a los andaluces en el resto de España. La creencia popular define al andaluz en general y al sevillano en particular como un tipo gracioso pero flojo, un pícaro Rinconete especialista en escaquearse del trabajo y en buscarse apaños para jubilarse lo antes posible. El prototipo dibuja inevitablemente a personajes indolentes, poco comprometidos, que piensan en la juerga y la siesta antes que en el esfuerzo. Gente de poco fiar a la que conviene evitar salvo para el jolgorio. Nos guste o no, estos prejuicios no son tópicos difusos, sino que están firmemente arraigados en el ideario colectivo. Basta encender la televisión: los informativos sólo hacen encuestas en el Sur para buscar comentarios ocurrentes sobre cuestiones banales, y los personajes con acento andaluz que aparecen en las series siempre son graciosillos de origen humilde, con poca cultura, mayormente bajitos y feos. No falla.

Hace unos años, la Junta anunció a bombo y platillo el proyecto Andalucía 10, que pretendía desterrar los tópicos sobre la comunidad y difundir el protagonismo andaluz en campos como la arquitectura, la medicina, la investigación científica o el medio ambiente. Aquello sirvió para colocar a Paulino Plata y poco más, porque la cosa no fue mucho más allá de una ostentosa presentación en Madrid. Joaquín, sin necesidad de presupuesto público, ha derribado mucho más muros de prejuicios que la Junta de Andalucía, que no ha hecho sino consolidarlos con el escándalo de los ERE. Desde que regresó a Sevilla, se dijo que Joaquín venía a retirarse, a llevárselo calentito, a contar chistes, a presentar un programa de televisión... Pero el futbolista gaditano ha demostrado una profesionalidad intachable y tener más hambre que los juveniles de la cantera. A sus 37 años mantiene una forma física envidiable, fruto de un duro entrenamiento, y asume la responsabilidad de capitanear a su equipo.

Lo más importante es que Joaquín ha demostrado ser un profesional excelente sin renunciar a su carácter. Los propios andaluces que triunfan no tienen por qué ser tipos serios que no saben bailar sevillanas y que han pulido su acento. Unos siesos, vaya. A veces nosotros mismos pensamos que el éxito es incompatible con la forma de vida del Sur, y no es así. Me encanta que Joaquín haya logrado éxito y un respeto generalizado en su profesión sin ocultar que le gusta el flamenco, los toros y las risas. España debería tomar nota: no por ser más serio es uno mejor abogado o arquitecto; no por ser un cachondo que sesea es uno un jeta sin ganas de trabajar. Joaquín es un orgullo para todos los andaluces. Y si sigue marcando goles para el Betis, que quieren que les diga, miel sobre hojuelas.

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