Híbrido

Híbrido, agosto; pero ardiente. Menos mal que ya se cae de la cartelera

Una pareja de ancianos descansa del calor en una calle de Córdoba VALERIO MERINO
Antonio García Barbeito

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Se va a ir como vino, quemando el pasto de las lindes. Los que lo llevamos dentro desde que nacimos, sabemos que agosto es un híbrido que si bien puede engañarnos con algunas noches plácidas, lo más seguro es que nos chamusque la vida, nos incendie la casa del día y no nos deje vivir, en suma, si no es, y sólo algunos días, a horas en que ya el calor no tiene fuerzas para seguir quemando. Esto lo sabe bien la gente del campo, que de agosto no puedes fiarte, aunque trate de engatusarte con bailes frescos a determinadas horas. La gente del campo sabe que agosto es al fin una danza de fuego, una apuesta solar que se sabe la última, antes de entregar su territorio a septiembre. Agosto tiene alma pugnaz, intenciones y carnes pugnaces. Las armas del escudo de agosto son llamas, o rastrojos quemados, o quemada paz verde de las atrevidas hojas del campo.

La frente de la luz del alba es fría. Templados, sus crecientes senos; ardiente, su vientre, su sexo y sus piernas. Los pies, por lo general, fríos, aunque no siempre. Hay años en los que agosto muere asaeteado por un chaparrón que lo pilla descuidado, sin escudo, inerme. Hemos visto morir algunos agostos en la serena oscuridad del cine de verano y en el paseo de la tribu. Esas veces, por el aire que corrió tras la lluvia como banderas de victoria, supimos que agosto organizaba su retirada, como película anunciada en cartelera que cambian por otra de argumento totalmente distinto. Si seguimos con el símil del cine, agosto, algunos años, fue el muchacho que, inopinadamente, moría antes que el malo. Agosto, como todos los meses del año, tiene en el campo su más exacto retrato. La temperatura de agosto la da una aceituna palpada al amanecer, a media mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche. Porque agosto es capaz de enfriarla con el aliento de la noche, parecer que le da calor cariñoso por la mañana, achicharrarla al mediodía y dejarla herida de calor hasta la noche. Hemos dicho algunas veces que el verdeo y la vendimia son, por lo general, hermanos de temperatura. Racimos fríos que arden tres horas más tardes. Y como la fruta, los hombres. Por mucha maquinaria que haya en el campo, las manos humanas siguen siendo muy necesarias para determinadas cogiendas. Vienen días de escaleras, macacos, tijeras, cajas; y en el campo, si malo es el frío, malo es el calor. Ramos de aceitunas y racimos de uvas aguardan una manual mayéutica sin interrogantes, que nada como las manos para recoger las cuentas de un verde rosario y el peso de paloma dormida de los racimos. Híbrido, agosto; pero ardiente. Menos mal que ya se cae de la cartelera.

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