PUNTADAS SIN HILO

Generación Z

Los menores de 20 años es la primera generación educada en la inmediatez, y no sabemos cómo afectará esto a su personalidad

Los jóvenes menores de 20 años viven en la inmediatez FOTOLIA
Manuel Contreras

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Uno va peinando canas —es una forma de hablar— pero tampoco es todavía ningún vejestorio. Mis hijos, sin embargo, me ven como un cromagnon cuando les cuento que con sus edades y en el mismo pueblo del Aljarafe en el que ellos viven yo tenía que llamar a una centralita para hablar por teléfono, diciendo el número del abonado a una operadora —humana, por supuesto—. Si se trataba de una conferencia, debía colgar y esperar a que me llamasen. Y me escribía con una amiga de Dos Hermanas unas cartas muy divertidas que tardaban varios días en llegar. Unos años más tarde empecé a trabajar en la Agencia EFE y me maravilló la transmisión de fotografías: el fotógrafo llegaba de una cobertura, revelaba las fotos, las secaba y las colocaba en un rulo que comenzaba a girar a gran velocidad. Por arte de birlibirloque, la imagen iba apareciendo en la central de la agencia en Madrid reproduciéndose línea a línea hasta completar la fotografía completa, que se enviaba a los abonados. Impresionaba ver al fotógrafo hacer una foto y pensar que en pocas horas estaría en las redacciones de los periódicos. Y hace cuatro días como quien dice, cuando ya era padre, internet entró en mi casa. Mis hijos adolescentes no se creen que para ver una fotografía pinchaba en la imagen e iba a prepararme un café, ya que tardaba su tiempo en descargarse.

Hoy estos relatos provocan risa porque todo sucede en directo. El desarrollo de las telecomunicaciones en los últimas dos décadas es la mayor revolución que ha conocido la humanidad. Ningún cambio se ha producido en el planeta con tanta rapidez. Los menores de 20 años es la primera generación educada en la inmediatez, y no sabemos cómo afectará este hecho a su personalidad. La inmediatez ha provocado la eliminación de los filtros: internet es una ventana en la que los niños ven el mundo en toda su crudeza y que no se regula por códigos legales —los servidores están en países remotos— ni deontológicos —no hay profesionales que procesen la información—. Pero hay más consecuencias. Los psicólogos alertan de que el móvil ha disparado los casos de acoso entre menores, y algunos neurólogos ya apuntan que la generación Z, la nacida a partir de 2000, procesa la información en el cerebro de forma diferente.

Todo ha venido tan rápido que los padres no somos conscientes de la magnitud del cambio y los gobiernos no saben cómo regular esta nueva forma de vida. WhatsApp acaba de anunciar que prohibirá el uso de su aplicación a menores de 16 años. Un brindis al sol, por cuanto la medida sólo afectará a aquellos menores que tengan la factura del teléfono a su nombre. Nada que reprochar a la empresa, porque hace lo mismo que los propios padres, a los que nos gusta hablar de los riesgos del móvil pero se los seguimos comprando a nuestros hijos porque lo vemos como un teléfono con juegos, y no como el instrumento que está cambiando el mundo. A mejor o a peor, no lo sabemos, pero lo está cambiando.

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