CARDO MÁXIMO

Gato por puente

El puente del Centenario nació de nalgas y de ese parto complicado se han derivado consecuencias funcionales

Coches en el puente del Centenario RAÚL DOBLADO
Javier Rubio

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El primer día que se abrió el puente del Centenario, hubo un accidente mortal. Así de desgraciada es la historia de ese paso sobre el Guadalquivir engendrado por el cortoplacismo en el seno de las urgencias que precedieron a la Expo92. Convertido en punto negro permanente de la circunvalación, la Sevilla lo ha padecido en el último cuarto de siglo con dosis iguales de resignación y paciencia. La primera, por los muchos inconvenientes que esa infraestructura del transporte ha soportado; la segunda, por las muchas horas perdidas por los automovilistas para cruzarlo.

El puente del Centenario nació de nalgas y de ese parto complicado en los prolegómenos de la Exposición Universal se han derivado consecuencias funcionales. Se lo encargaron a José Antonio Fernández Ordóñez en parte para compensarlo del portazo que le dieron a su esfera armilar gigante. Como la ronda de circunvalación sólo iba a tener dos carriles por sentido, el proyecto original –estamos hablando de 1987– del puente atirantado se proyectó así y con esa previsión comenzó la cimentación de las pilas del viaducto de aproximación para salvar una altura tal que permitiera al buque escuela de la Armada remontar el río con todo el velamen desplegado. Tal capricho, que el tiempo se ha encargado de desacreditar con la inexistente escala del «Juan Sebastián Elcano» en todo este tiempo, determinó unas pendientes que hoy no se admiten ni en una carretera de pueblo. Cuando se quiso corregir la circunvalación SE-30 para que dispusiera de tres carriles por sentido, las zapatas del puente ya habían empezado a fraguar y no daba tiempo de cambiar el tablero por otro voladizo sustentado por nuevas pilas si se quería llegar a tiempo de inaugurarlo antes de la Expo92. Y así nació, contrahecho y desproporcionado entre la luz que salva y el gálibo para dar el avío.

Ahora, el ministro de Fomento sobrevenido ha avanzado un proyecto para ganarle un tercer carril por sentido, restituir la mediana, disminuir el riesgo de haber estrechado los carriles y acabar con el colapso casi permanente en un sentido o en el otro. Seguro que hay una solución técnica, pero desconozco a qué precio. Aun así, a largo plazo, sería rentable en términos ambientales por el enorme dispendio de combustible y la emisión de partículas contaminantes de los motores de los vehículos atrapados en sus retenciones.

Pero no me fío. Escéptico por naturaleza, no me fío de que este derroche de generosidad con Sevilla por parte del Ministerio encierre alguna trampa. Ojo, a ver si a cambio de los tableros voladizos nos van a quitar los túneles de la SE-40: total, que en Sevilla nadie se queja de nada. Sí, porque en Madrid son especialistas en darnos gato por puente.

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