Lo de fuera

Me pregunto por qué esa necesidad de salir a buscar lo que en casa nos sobra

Inés Bacán en San Luis de los Franceses, dentro de la Bienal de Flamenco de Sevilla VANESSA GÓMEZ
Antonio García Barbeito

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Las muchachas hablaban de sus próximos estrenos para las fiestas locales. Cuando alguna quería dejar claro que su ropa no era como la de las otras, añadía: «…pero no del pueblo, no: de Sevilla…» Eso, eso, de Sevilla, que es mejor. Y si no mejor, distinta, porque comprarlas en el pueblo suponía la probabilidad de verlas repetidas en cualquier cuerpo. Lo de fuera siempre ha estado mejor visto: «Ha venido Fulanito de Barcelona y trae unos zapatos… Vamos, vamos, qué cosa más bonita de zapatos…» Lo nuevo, lo menos conocido, lo de fuera.

He leído varias crónicas del primer espectáculo de la Bienal de Flamenco y todas ensalzan a cantaores y guitarristas; al analizar al bailaor hay división de opiniones entre las distintas firmas, pero cuando el turno de crítica le toca a El Niño de Elche, a éste le caen todos los dátiles de la descalificación y aun el palmeral de su ciudad, o algo peor: el silencio, no nombrarlo ni para decir que estuvo como dicen que estuvo Cagancho en Almagro. No todo lo de fuera es bueno o tiene buena acogida. Seguro que a las puertas de la Bienal se han quedado artistas locales esperando «la mano de nieve» —o de otra cosa— «que sabe arrancarla.» Y muchos se preguntaban hace tiempo qué había hecho El Niño de Elche que no hubieran hecho, mejorado, cien de aquí. Lo de fuera, ay, lo de fuera. El pregón de la Bienal también ha tenido a uno de fuera en el atril. Dicen que estuvo bien, conste, aunque, según me han dicho, sin emoción. Y el flamenco es emoción. Buen escritor y buen poeta, el pregonero, según he leído, estuvo bien. Ni arañó las tripas ni entró como una copa de cazalla en ayuna. Sin ánimos de cuestionarme su intervención —ni mucho menos. ¿Quién soy yo para eso?—, me pregunto por qué esa necesidad de salir a buscar lo que en casa nos sobra. ¿Alguien que pregone con emoción un arte que tiene que emocionar? ¿Alguien que ha tragado el flamenco como un veneno y sea capaz de una palara hermosa, emocionante, llena de historias alucinantes, de versos inmortales? Con el respeto a todos, aquí tenemos para dar y regalar. Dos ejemplos, José Luis Rodríguez Ojeda y Lutgardo García. José Luis tiene para dar un gran pregón a la vuelta de cualquier verso flamenco, y Lutgardo, sólo con que leyera «La queja», de su enorme libro «La llave misteriosa», levantaría un monumento. Díganme si no: «…Y allí, sobre el piano, / con su bata de seda Federico escuchaba, / como un callado escriba, la voz del Faraón / que al fin había surgido, poderosa, profunda, / como el viento en las cañas de la orilla del Nilo.» Así que, si es por calidad, no hay que ir ni a Elche, ni a Rota ni a Tokio.

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