El etarra y la siesta de verano

La salida de la cárcel de Santi Potros rescata la vieja pesadilla que tantos quieren olvidar

Eva Díaz Pérez

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En mitad de las amables estampas del verano asalta la vieja pesadilla. La salida del etarra Santi Potros de la cárcel ha perturbado el sopor del heroico país que duerme la siesta. Una excarcelación discreta y silenciosa pero que es un grito triunfal de los malvados que lleva dentro los homenajes que están por venir. Porque esta herida se ha cerrado mal y supura aún demasiadas injusticias. Y ya sabemos que en España cicatriza mal la memoria.

El asesino Santi Potros sale a otra España distinta a la que odiaba en los años de plomo. Una España ya sin el miedo de los telediarios que se abrían con cuerpos descuartizados por bombas lapa bajo los coches y la sombra alargada y siniestra del parabellum 9 milímetros. Todo ese imaginario pavoroso que marcó nuestra vida no hace tanto.

Sale Potros a un país que debe de parecerle extraño. Una España que entierra a otro de sus monstruos, aquel dictador que fue mal sepultado bajo el río de la Historia. Debe de sorprenderle al etarra que la pesadilla viscosa del franquismo sea ahora actualidad y, sin embargo, su hazaña de sangre parezca mucho más lejana y perdida en el tiempo.

El etarra vivirá ahora su verano de libertad, mientras los huesos de sus víctimas siguen pudriéndose bajo tierra. ¿Quién recuerda ahora los cuarenta asesinatos que no alteraron sus sueños en prisión? Qué antiguas parecen aquellas escenas de los atentados en el Hipercor de Barcelona. Qué curioso cómo se deshace el tiempo en la memoria. Ese tiempo que, sin embargo, parece líquido cuando pensamos en los setenta años de la condena que se han quedado en brevísimos treinta y un años.

Los héroes sangrientos del terruño vasco han comenzado ya a forjar su leyenda. Y la nueva generación euskaldún llega limpia y aséptica, aspirando al falso progresismo de sus programas anticapitalistas y ecologistas. Porque nadie recordará la sangre que se esconde bajo las alfombras de la paz.

Para qué engañarnos, el atentado de Hipercor les suena hoy a los niños a cuento de terror antiguo. Y los ogros parecen vencidos, aunque en realidad hayan ganado. Hoy salen a disfrutar del verano de la libertad. Pero ¿y los muertos? Los muertos de las guerras antiguas tienen su nombre en memoriales en mármol o en piedra. Pero no siempre es así, depende de quién escriba la Historia. Aquí corremos el riesgo de que la escriban los asesinos. En ello andan y lo sabemos, pero preferimos olvidarlo todo. También ese mal sueño. Y disfrutar plácidamente del sopor de la siesta de verano, aunque las hienas hayan salido de su escondite.

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