PÁSALO

Elvira Roca

Ciertas tendencias extremas del feminismo han sucumbido al puritanismo

Elvira Roca recibe la Medalla 28F en el Día de Andalucía RAÚL DOBLADO
Felix Machuca

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Como la intelectual que es, dando cumplida cuenta de que entró en la Universidad y la Universidad en ella, Elvira Roca, nuestra flamante medalla de Andalucía, dejó escrito sobre el aire de un acto institucional las palabras que suelen llevarse los vientos. Los buenos y los malos vientos. Para que no quede ni rastro de la sensatez de lo que el sentido común es capaz de hacer por nosotros. Sobre todo cuando estamos tan perdidos en los diferentes duelos que mantienen las ideas y la política, siempre con los sables y los padrinos a sueldo tan a mano. En esa intervención a la que aludo y que, apenas si se le dio alas a tan preciosa victoria sobre la estulticia, la profesora malagueña se adentraba en el bosque de las brujas y los brujos sin miedo alguno. Escudada siempre en el talismán de su pensamiento, de sus razones sustanciadas, de su enorme sentido común. No podría sintetizar aquí su breve pero hondo discurso, que invito busquen en las redes para que sigan creyendo que lo imposible es posible, que lo ideal puede ser muy realista. Pero en pocas palabras, la autora de «Imperiofobia y leyenda negra», venía a decir que ciertas tendencias extremas del feminismo han sucumbido al puritanismo. O sea, a una nueva forma inquisitorial. Esta vez entendiendo al hombre como enemigo de la religión única y exclusiva de la igualdad. Un ser que pide fuego, añado de mi propia candela.

Es hermoso, muy hermoso el breve relato de la señora Roca. Porque tras hacer un canto al sector primario, proclamarse una persona de campo y engloriar la memoria de sus abuelas, que lo trabajaron duro y a cambio de nada para, posiblemente, que la descendencia prosperara sumando el esfuerzo propio al de sus antepasados, pone en serias dudas el valor social que ese puritanismo inquisitorial e incendiario le da a las conquistas de las mujeres. Conquistas que solo aspiran a reproducir el modelo de los hombres a los que atacan y condenan. Mala jornada es esa en el amplio caminar de la historia. Buscar la liberación imitando las formas y modelos de sus pretendidos amos. Es indiscutible el precio que la mujer paga por ser madre, condición natural que la hace tan diferente al hombre. Es indiscutible que, en los años de maternidad, si se escogió ese sobrenatural don femenino de prolongar la vida a través de su seno, hay que pagar un precio. Ten hijos y, a lo peor, te quedas sin cátedra, sin dirección general o sin empleo en televisión por anunciar el tiempo. El tiempo que le dedicas a sacar adelante a las crianzas es un tiempo que te quita de competir, de pelear por tu prosperidad laboral. Pero puedes elegir.

Elvira Roca lo hizo. Y ha llegado a ser una de nuestras ensayistas más leídas en España. Lo consiguió sin caer en el puritanismo, sin caer en la guerra de sexos, en esa persecución ideológica y transformista de dejar de ser mujer para convertirte en el hombre al que combates. Tan solo le hizo falta tener a su lado a un hombre que era su aliado y no su enemigo imaginario. Sostiene Genaro Chic, mi catedrático de Historia de cabecera, que lo más parecido a un hombre inteligente de derechas es uno de izquierdas. Al hilo de la cita me viene a la mente un comunista no de ideas avanzadas, sino avezadas, diestras (sin segundas) inteligentes. Que piensa que las feministas radicales, las que luchan contra el capitalismo reivindicando la igualdad con el hombre para convertirse en los hombres a los que combaten, las transforma en las mejores aliadas del capital. Algo así como si Los Panteras negras de los setenta hubieran elegido como símbolo de su lucha racial a aquel supremacista y acomplejado sexual por su inclinación, al jefe del FBI, John Edgar Hoover. Divide y vencerás. Y eso es lo que cada día alimenta el mercado, creando nuevas tendencias y modelos a imitar. Por ahí van. Tan desnortadas como aquellos que llevaron la imagen del Che como símbolo revolucionario a las gradas de un futbol millonario y supercapitalista que lo convirtió en artículo de mercado.

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