Edgar Allan Poe

Los «Ensayos Completos» (Páginas de Espuma) de Poe aparecen por fin en español traducidos por Antonio Rivero Taravillo

Habitación del escritor Edgar Allan Poe en Baltimore AP
Fernando Iwasaki

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Hoy, 7 de octubre de 2018, se cumplen 169 años de la muerte del poeta y escritor Edgar Allan Poe (1809-1849), un autor genial cuya obra alumbró a otros genios como Baudelaire, Lovecraft y Borges, por no hablar del cuento policial y su descendencia legítima e ilegítima (la novela negra), porque gracias a Arsene Dupin y «Los crímenes de la calle Morgue» Conan Doyle creó a Sherlock Holmes, Émile Gaboriau a Monsieur Lecoq, Chesterton al padre Brown, Agatha Christie a Hercules Poirot, Dorothy Sayers a Lord Peter Wimsey, Simenon al comisario Maigret, Borges y Bioy a Isidro Parodi y Ricardo Piglia a Emilio Renzi. ¿Y qué sería de la literatura de terror sin los cuentos de Edgar Allan Poe? Pienso en «La caída de la casa Usher», «El entierro prematuro», «El corazón delator», «La muerte de la máscara roja», «El pozo y el péndulo» y «El gato negro», por no hablar de esas lánguidas melusinas —«Eleonora», «Morella», «Berenice» y «Ligeia»— que engendraron a otras bellas atroces como «Alraune» (1911) o Irena Duvrovna, la feroz mujer pantera de «Cat People» (1943).

Aclamado en Europa y América Latina, la figura de Edgar Allan Poe siempre abochornó a los críticos de los Estados Unidos «por su mala reputación como ciudadano», como reconoció Edmund Wilson en un ensayo de 1926 («Poe en su país y en el extranjero»). Es decir, que ya a comienzos del siglo XX Poe era adorado en Francia, venerado en Gran Bretaña, admirado en España y celebrado en América Latina (pensemos en los relatos de Horacio Quiroga y Clemente Palma), pero no en su país. Según Edmund Wilson: «Al referirnos a figuras como Poe, los norteamericanos aún nos mostramos casi tan provincianos como aquellos contemporáneos suyos, que ahora nos parecen ridículos por no haber sabido reconocer a sus genios». ¿Y por qué los contemporáneos de Poe tuvieron esa imagen tan penosa del autor de «El cuervo»? La respuesta la podremos encontrar en los «Ensayos Completos» de Poe, publicados por primera vez en español por la editorial Páginas de Espuma, gracias a una impecable traducción de Antonio Rivero Taravillo.

Este primer volumen comprende ensayos sobre poesía y crítica, pero sobre todo las reseñas de obras de escritores británicos a quienes Poe enterró prematuramente por periódicos, panfletos y hojas parroquiales, porque si una redacción lo despedía por su incontinencia verbal o alcohólica, Poe se las ingeniaba para imprimir sus flamígeras recensiones en sueltos que él mismo creaba para nombrarse «director» y sablear así a los impresores de Boston, Baltimore o Filadelfia. Los próximos volúmenes incluirán las reseñas de Poe sobre autores norteamericanos, donde podremos ver el turbio serrín que echó encima de los ilustres nombres de Emerson, Cooper, Longfellow y otros colegas suyos.

Sin embargo, el joven Poe de apenas 27 años saludó con efusión la ópera prima de un jovencísimo Charles Dickens, quien con 24 años recibió los parabienes de aquel airado crítico despreciado por sus contemporáneos. Por lo tanto, Poe también tuvo buen ojo para reconocer lo bueno, lo excelente y lo superior. Qué lujo de «Ensayos Completos».

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