Doctor Suárez

A Adolfo Suárez le copiaron la Transición en otros países

Adolfo Suárez fue un modelo a imitar para otros países ABC
Francisco Robles

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«Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte,/ tan callando...» El hombre es mortal. Los versos del poeta trascienden la muerte de quien los escribió, como la obra de algunos políticos va más allá de la existencia cortada a cuchillo de quien la llevó a cabo. Eso es lo que sucede, aunque les pese a algunos, con el legado que nos dejó Adolfo Suárez, uno de los artífices del periodo histórico que nos devolvió el orgullo de ser españoles: la Transición.

Jorge Manrique tiene razón cuando escribe que, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. Es posible. Y hasta probable. Pero esa nostalgia inevitable para el ser humano, el único animal que es consciente de su finitud en el tiempo, no puede impedirnos el análisis objetivo del pasado. Y en este caso hay que darle la razón al poeta que dejó para siempre el destello de esa alegoría que une la vida con el río y la muerte con el mar. El tiempo de Suárez en la Presidencia del Gobierno no fue mejor que el presente convulso en que vivimos. Ni muchísimo menos. Pero la obra colosal de aquel político de raza no tiene nada que ver con el melifluo inquilino de La Moncloa que se queda en el suflé desinflado del postureo.

A Suárez lo han nombrado doctor honoris causa por la Universidad Católica de Valencia. Doctor sin necesidad de copiar su tesis. Porque Suárez no era de tesis ni de hipótesis, sino de síntesis. Sentó en el Congreso a los comunistas y a los rescoldos del franquismo. Su ambición de poder corría de forma paralela con su generosidad. Podría haber conservado todos los poderes que heredó en aquel caluroso julio del 76, cuando se cumplían cuarenta años del estallido de la guerra más incivil que imaginarse pueda. Sin embargo, los repartió. Como hizo Juan Carlos I, su mentor. Ahí empezó esa Transición que no soportan los que están incapacitados para la generosidad.

A Suárez le copiaron la Transición en otros países, mientras su actual sucesor se dedica a copiar los párrafos enteros y plenos para su doctorado. Cuestión de matices. De aquel espíritu fundacional queda el ejemplo que deberían seguir los que se empeñan en trazar cinturones sanitarios, los que deslegitiman al adversario porque creen firmemente –el sectarismo es así– que sus ideas son las únicas compatibles con el concepto que tienen de la democracia. Ceder es una renuncia para estos totalitarios de nuevo cuño que se disfrazan con el barniz del populismo. Ceder fue la demostración de grandeza que llevó a Suárez a perder el poder tras cinco años que marcaron la historia reciente de España.

Doctor honoris causa tras su muerte, como las batallas que ganaba el Cid. Los dos han conquistado su honor en Valencia. A los dos los denigra la progresía que se cree la depositaria de las esencias democráticas. Prefieren este cóctel que conforman el copiador, el chavista y los que quiere destruir el Estado que les da generosamente de comer, de beber y de viajar. Las comparaciones siempre son odiosas. La de Suárez con Sánchez es sencillamente imposible.

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