Casado, no te avergüences

El triunfo de Casado significa la victoria de los votantes del PP a los que el partido despreció tanto durante tanto tiempo

Pablo Casado, nuevo presidente del PP EFE/Rodrigo Jimenez
Antonio Burgos

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Suspiramos. De alivio. Suspiramos de alivio al saber que Casado había ganado. ¿Quiénes? Muchos que nos creíamos que estas absurdas y complicadas primarias del PP no iban a servir para absolutamente nada, que los «aparatisquis» otra vez le iban a ganar la partida a los que representaban todo aquello con cuanto nos decepcionó el partido en sus últimos tiempos de gobernación. Parecía que incluso estaba escrito que iba a ganar Soraya, la presidenta de la Generalidad de Cataluña tras la edulcorada, alicortada y cobardona aplicación del artículo 155 de la Constitución, la cual no se dignó aparecer por Barcelona y mandó a un propio, continuando por sus fueros la propaganda de TV3 basada en la manipulación, y campando a sus anchas los Mozos de Escuadra, y perseguidos y señalados en las escuelas los hijos de los defensores de la Unidad de España que habían repudiado las independencias de la señorita Pepis y los separatismos del prófugo señorito Puigdemont.

Creíamos que ayer iba a ganar este PP, ojú, el que desaprovechó la mayoría absoluta sin cambiar una coma de las locuras legislativas de ZP, como la malhadada Memoria Histórica, el aborto, mil concesiones a los radicales. Creíamos que iba a ganar este PP que contumazmente se dedicó, con mayoría absoluta o sin ella, a gobernar contra sus votantes, que, claro, se les fueron en desbandada a Ciudadanos. Creíamos que iba a ganar este PP personalizado en un Rajoy siempre perfil, sin querer dar la cara por los principios y los valores del humanismo cristiano y del liberalismo que siempre debió representar esta derecha española. Por el contrario, parecían como avergonzados de ser lo que eran y mucho más de proclamarlo a los cuatro vientos, disimulando, queriendo competir en progresía en la izquierda. Frente a lo cual, con tal de que no ganara Ciudadanos, a Rajoy le importó un rábano dejar a España, tras su moción de censura, en manos de los 84 diputados de un Sánchez que está superando a ZP con la ayuda de todos los enemigos de la Unidad de España y de cuantos principios debía haber representado el PP, con valentía, con lealtad a sus votantes, no queriendo ser más progre que los progres.

Por eso, por eso hemos respirado al saber elegido a Pablo Casado. El dedo no ha funcionado esta vez, ni el aparato de los paniaguados del partido. El triunfo de Casado significa la victoria de los votantes del PP a los que el partido despreció tanto durante tanto tiempo, gobernando contra ellos. ¿Vuelta a Aznar? No, vuelta a no avergonzarse de ser lo que se es: «iguala con la vida el pensamiento». Casado representa, hoy por hoy, todo aquello por lo que millones de votantes defraudados por su partido decidieron votar a Ciudadanos en las próximas elecciones, sean las que fueren, locales, autonómicas o generales. Casado representa los valores de una derecha que hasta ahora ha tratado de disimularlos, avergonzada de su razón de ser, ignorando a sus votantes, a los que dan la cara por ella en el «territorio sioux» de los pueblos andaluces dominados por el Régimen del PSOE, por poner un ejemplo.

La esperanza que nos queda es que Casado no caiga en manos de los «aparatisquis» que viven del pesebre del PP y que señalan que defender esos valores en los que muchos ahora volvemos a confiar son «de extrema derecha». No, son liberales y conservadores. Lo que nunca debió dejar de ser el PP. Son los de dar la cara por esos principios, por la libertad, por la vida, por la Unidad de España, por la Constitución, por el humanismo cristiano, porque los padres, en todos los territorios de la nación, puedan elegir la lengua en la que estudien sus hijos. Tanto como por Casado me alegro por los defraudados votantes del PP que han tenido que tragar quina muchos años, avergonzados de la vergüenza ajena de sus dirigentes. De «volver a ser lo que fuimos» nos queda la esperanza.

Oña, naturalmente, si es que hablamos de Andalucía.

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