Carta a San Fernando

El día de San Fernando ha quedado un ratito en el curreloy otro trabajando

Antonio Burgos

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Alteza: de entrada habré de explicar aquí al personal que leyere esta carta que abierta envío a V.A., que Dios guarde, que no me he equivocado de tratamiento para dirigirme a su augusta y santa persona, ya que en su tiempo tal era el que con todo respeto, lealtad y hasta sumisión bien despachaíta propia de la medieval época se daba a los Reyes de Castilla y León; no el de Majestad, que vino más tarde.

No sé, Señor, si Vuestra Alteza entenderá este castellano en que le escribo, tan distinto y evolucionado del que se usaba para peñolar las crónicas en su tiempo y que el pueblo utilizaba para hablar con su vecino. Hágole gracia a Vuestra Alteza de dirigirme en Tertulianés, porque estoy seguro de que si tal hiciere, no se iba a enterar ni de papa, y eso que está hace ya muchos siglos escuchándonos a los sevillanos desde su urna de plata de la Capilla Real y que pone la radio los domingos para ver cómo ha quedado el Betis, cuyo escudo la corona. Urna que, por ejemplo, abrieron el pasado 14 de mayo, aniversario de su traslación, en un tristísimo pasavolante, como cubriendo un expediente más que un rito, que estaba allí la escuadra de gastadores del Arma de Ingenieros de su Santo Patronazgo, dos beatas, un canónigo y vámonos que nos vamos, cortinilla fuera, cortinilla dentro, que tienen que entrar los turistas, que son a los que se les saca el dinero, y no a las pasadas glorias de la ciudad que V.A. incorporó a Europa y a la civilización cristiana y occidental, librándola de la chusma de la morisma, aunque ahora digan eso de las tres culturas y otros inventos sin rigor histórico alguno: mire, Señor, cómo se me ha quedado el dedo.

He dicho que Su Santa Realeza libró a Sevilla de la morisma y seguro que me han de poner a parir los progres de guardia, que haberlos haylos, y los inquisidores del Santo Oficio de la Corrección Política. Porque el día menos pensado, querido y venerado San Fernando, cercanísimo Santo Rey Conquistador conquistado por Sevilla, le aplican a V.A. la llamada Memoria Histórica, con lo que resultará que el cerco de Sevilla lo ganó el Rey Moro Axataf, y que el Conqueridor fue un genocida que acabó con la morería de la Alcaicería y hasta pueden que le quiten su nombre a la calle por donde cantaba El Pali que ya no pasan cigarreras. ¿Cómo van a pasar? No sólo por el cierre de la Fábrica de Tabacos, la de «Carmen» de Bizet o de Merimée, sino porque entre tranvía, carril bici, niñatos patinando y veladores, ya me dirá Vuestra Alteza por dónde van a poder pasar las pobres cigarreras por la calle San Fernando sin que las pille un ciclista, las arrolle un tranvía o se rompan tibia y peroné al pegarse un porrazo bueno contra un velador de los siete mil millones de restaurantes «low cost» para uso de turistas y estudiantes que en la degradada vía han abierto.

Iba, como en anteriores ocasiones, a escribir esta carta en castellano de su época, Señor; pero en esta Sevilla que cierra librerías y abre tabernas, no la iba a entender nadie. Y lo que quiero decir es muy sencillo: que no hay Derecho, ni de Castilla ni de León, ni de fuero viejo, a que hogaño le hayan quitado su fiesta en el día en que entregó su alma a Dios en el Real Alcázar de sus complacencias, cuando florecían las buganvillas y se ponían las jacarandas de la color de la túnica de La Quinta Angustia. Si su calle ya no es su calle, el día de San Fernando ya no es el día de San Fernando, admirable Rey Conquistador, sino un día cualquiera camino de cualquier junio. En Pamplona, aunque la quieran hacer vascongada, no le han quitado su fiesta a San Fermín el del capotillo como Curro. En Madrid, aunque mande ahora La Carmena, que se las trae, no ha dejado de ser fiesta San Isidro. A Cádiz no le llaman Cádiz, que le llaman relicario porque sigue haciendo fiesta del día de su Patrona, la Virgen del Rosario, aunque allí mande El Kichi. Así podíamos seguir con todas las Españas, Santo Rey, con toda la Andalucía. Pero aquí en vuestra Sevilla, ay, Santo Rey Conquistador, hemos inventado un nuevo día de San Fernando: que es un ratito en el currelo y otro rato trabajando...

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