LA ALBERCA

Una calle para IU

La nueva criba que proponen los comunistas en el callejero es digna de reconocimiento

En la imagen, Romero Murube ABC
Alberto García Reyes

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Cuando los revolucionarios con sueldo fijo en el Ayuntamiento de Sevilla vetaron un acto dedicado al escritor Agustín de Foxá, toda la indigencia ideológica en la que habitaban se trasnochó de golpe. Vivir del revanchismo es un negocio deficitario porque la memoria también se atrofia y se convierte en rencor. Antonio Rodrigo Torrijos era un hombre extraordinariamente soberbio, como casi todos los rencorosos, y nunca entendió que el arte no se mide con la balanza de las ideas. Porque donde la gente normal ve literatura, pintura o música, él sólo ve política. Pero, a pesar de eso, Torrijos era un buen concejal. Yo nunca he estado de acuerdo con él en nada y le reprocho que actuase habitualmente con una arrogancia impropia de quien se presenta como libertario, lo que le condujo a caer en arbitrariedades como prohibir a quienes pensaban distinto o mandar el dinero de Cooperación al Desarrollo sólo a regímenes de su cuerda como Cuba o Nicaragua. Sin embargo, siempre le he reconocido su solvencia dialéctica. Era un político con empaque, correoso, firme en sus convicciones y guerrero con sus rivales. Era un demagogo fino contra el que había que fajarse de verdad, no con palabrería. Por eso, sinceramente, lo echo de menos en un Ayuntamiento en el que la oratoria está muerta. Su sucesor, Daniel González Rojas, ha pasado por la Plaza Nueva como un burócrata gris. Y lo único que se le ha ocurrido en los tres años que lleva ocupando la silla para llamar la atención es dar una rueda de prensa contra la Iglesia en la puerta del Arzobispado en Cuaresma y volver a proponer una criba en el callejero para eliminar del nomenclátor de Sevilla a presuntos fachas como Joaquín Romero Murube.

La decadencia de Izquierda Unida, abocada a una fusión con Podemos que es más bien una absorción, ha sido fulgurante. Torrijos la dejó tocada con su personalismo pedante y con sus constantes intrigas en Mercasevilla —de donde afortunadamente salió absuelto—, Fitonovo o la Fundación de Sevilla, que aún están por juzgar. Y su delfín, sacado de la cantera porque toda la primera plantilla estaba salpicada de escándalos, la va a terminar de hundir. Porque ha desperdiciado una situación idónea para hacer política con mayúsculas, con el PP en su peor momento, el PSOE en una minoría absoluta sin precedentes, Podemos en manos de unos principiantes histéricos y Ciudadanos buscando un sitio en toda esa marejada. González Rojas es el típico estudiante de rencor que todavía no ha podido graduarse en revanchismo. Forma parte de una generación que sólo ha podido vivir ese odio por transfusión sanguínea y que, como todo discípulo torpe, necesita hacer demostraciones de inquina para ganarse el aprobado de sus maestros. Por suerte, su obsesión por borrar a Romero Murube no pasará el corte. Porque el mundo va a otra velocidad y porque sería una ignominia que alguien que en los plenos municipales dice «asín» le arrebatara su calle a uno de los mejores poetas de nuestra tierra. Así (sin ene) que la calle que más tiene que preocupar ahora a IU es la de salida, que está a la vuelta de la esquina. Como reconocimiento a su labor.

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