La caca de Teresa Rodríguez

El ataque de los populistas a la Iglesia no es por ateísmo. ¿Por qué, si no, nunca se cagan en Alá?

Teresa Rodríguez, durante una intervención en el Parlamento EP
Alberto García Reyes

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El nuevo comunismo está pervirtiendo todas las reglas democráticas para ajustar cuentas con sus demonios inveterados, entre los que sobresale la Iglesia católica. A los herederos de los pirómanos del 36 les mueve una animadversión ancestral contra el cristianismo que no se explica sólo desde su muy respetable ateísmo, sino desde su odio al poder de la fe, incontrolable desde el politburó. Por eso están intentando victimizarse frente a la Iglesia con una estrategia maquiavélica que consiste en presentarla siempre como una institución maligna. El caso de Willy Toledo es de libro, aunque tan cutre que termina incluso dando pena. El presunto actor ha puesto el grito en el cielo, con la ayuda de sus huestes populacheras, denunciando que lo han detenido por decir «me cago en Dios». La realidad es bien distinta e ilustra, además, el profundo desprecio que estos revolucionarios que se gastan un pastón en vestirse de pobres le tienen al Estado de Derecho. Toledo proclamó en sus redes sociales esta zafiedad, alguien se sintió ofendido y lo denunció. Y el juez lo llamó. Eso es todo. En las democracias, cuando un juez te llama a declarar no es porque seas culpable, sino porque quiere investigar los hechos que se han denunciado. Pero a este vulgar polemista le venía bien montar el numerito de hacernos creer que la libertad de expresión no existe cuando se ataca a la Iglesia. Yha intentado colar, con cierto éxito, que lo han detenido por eso, no por desobedecer a un juez, cuya autoridad ha menoscabado con su pueril actitud de falso mártir.

En ese juego burdo de la confusión ha entrado, por supuesto, Podemos. Su jefa en Andalucía, la gaditana Teresa Rodríguez, apoyó a Toledo en un tuit cagándose también en Dios. Y no la han detenido, claro, porque la Policía no esposa a nadie por sus opiniones. Así que lo único que ha conseguido es manchar de caca su sillón en el Parlamento. Los impulsores de la nueva desamortización de la Iglesia que quieren quitarle a las diócesis la propiedad de sus bienes históricos en defensa de su supuesta titularidad pública han permitido que los perros se caguen en los templos desacralizados. En Sevilla, por ejemplo, es muy fácil pisar un truño en el monasterio de San Jerónimo, en el convento de Santa Clara, en San Lázaro, en San Hermenegildo... El abandono provocado por la incompetencia de los políticos es vergonzoso. Ahí está el caso de San Isidoro del Campo, un monasterio de vital importancia histórica porque fue donde Casiodoro de Reina tradujo por primera vez la Biblia al castellano.

Tal vez Teresa Rodríguez, dado su agnosticismo, no haya puesto interés en este glosario de desidias, aunque su condición de diputada le obliga a hacerlo. Lo que sí sabe seguro es que es mucho más fácil cagarse en Dios que en Alá porque los católicos somos tolerantes y compasivos. Yo la invito a que lo intente con el Islam para demostrar que, aunque lo que se diga sea grosero e indigno de una responsable pública, la libertad de expresión es sagrada. Adelante. Aunque intuyo que antes de cagarse en los musulmanes, se caga encima. Muy libremente.

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