COMENTARIOS REALES

La angurria

La angurria ha devorado la esencia colaborativa de Airbnb, Cabify o Uber y las ha dejado en pelota económica picada

En la imagen, un vehículo habitual de la flota de taxis ABC
Fernando Iwasaki

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LA única vez que he recurrido a los servicio de Airbnb fue porque tuve que pasar dos semanas dictando clases en la universidad de una pequeña ciudad holandesa. Recuerdo que todas las opciones consistían en habitaciones dentro de viviendas habitadas por familias que deseaban obtener un dinero extra gracias a los ocasionales profesores visitantes, porque aquella pequeña ciudad no era precisamente un apetecible destino turístico. Por lo tanto, allí todos estaban a salvo de la angurria, el gran problema de las plataformas de la economía colaborativa.

Para quienes se sorprendan con la palabra de marras, la angurria es la voracidad o hambre vehemente. Así, un angurriento es un hambriento agónico, aunque también alguien que no deja comer a los demás porque arrampla con todo. En materia futbolística —por ejemplo— nadie dice «chupón» en el Perú, ya que la palabra que preferimos usar es «angurriento». Precisamente, la angurria es lo que ha devorado la esencia colaborativa de Airbnb, Cabify o Uber y las ha dejado en pelota económica picada.

De un lado está la angurria fiscal de los gobiernos y administraciones de todo pelaje, que no están dispuestos a renunciar a la posibilidad de meterle un buen mordisco a cualquier operación económica entre individuos, por más insignificante que sea la operación (o los individuos). Sin embargo, por otro lado está la angurria de los propietarios de flotas de coches o de numerosos apartamentos que camuflan voraces empresas bajo la piel de cordero de las plataformas colaborativas. Y es que no es lo mismo alquilar el cuarto vacío del hijo que estudia en otra ciudad, que dividir la casa en varios apartamentos y alquilarlos como si fuera un hotel, aunque sin cumplir con los mínimos requisitos que se le exige a los hoteles.

Las plataformas de economía colaborativa nacieron para ofrecer pequeños desahogos y alternativas a los usuarios individuales, pero desde el momento en que tales servicios adquirieron el metabolismo y la estructura de las empresas, lo justo y lo razonable es que pasen a ser considerados como empresas. ¿Eso significa tributar y pagar impuestos? Sin duda, pero eso no quiere decir que uno suscriba la política fiscal que existe ahora mismo, porque soy un resuelto partidario de la reducción de los costos de acceso a la legalidad y de los costos de permanencia dentro de la legalidad. ¿Los conductores de Cabify deberían tributar como los taxistas? No, los taxistas deberían competir con Cabify sin tener que pagar por licencias u otras servidumbres que les hagan creer que tienen un monopolio o que deberían ser protegidos. Si las administraciones quieren hacer algo por los usuarios, que amplíen el Metrocentro hasta el aeropuerto y se dejen de pamplinas.

La angurria es muy mala, porque ningún angurriento cree haber comido nunca lo suficiente. Sobre el papel la economía colaborativa es muy bonita, pero la realidad se ha cargado lo que tenía de colaborativa.

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