Y llegó la eutanasia

Otros la llaman ‘muerte digna’, aunque no tengo muy claro que se quiere decir con eso

Felicidad Rodríguez

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La cartera del Sistema Nacional de Salud determina las prestaciones comunes para todo el país. Luego, cada Comunidad establece, en función de sus recursos, otras prestaciones que difieren entre las regiones. Como parece que, a pesar del trabajo previo, no va a haber nuevo modelo de financiación, por eso de que dicen que no hay tiempo, tendremos que seguir esperando a que nuestra inversión sanitaria se acerque, por ejemplo, a la de La Rioja o a la del País Vasco. Siempre existe la posibilidad de que se incremente la cartera común, aunque eso no incluya financiación extra. De hecho, ya hay una iniciativa a este respecto. En concreto, acaba de entrar en el Congreso, a propuesta del grupo parlamentario del gobierno y con el apoyo de todos los partidos a excepción del PP, una proposición de Ley Orgánica para incluir la eutanasia en la cartera común de servicios del Sistema Nacional de Salud, ‘prestación’ definida por la OMS como la «acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente». Otros la llaman ‘muerte digna’, aunque no tengo muy claro que se quiere decir con eso. Para mí que la que es digna es la propia persona, independientemente de su nacimiento, su vida o su muerte. Lo de la eutanasia no es nuevo; ya en la década de los años 20 del pasado siglo se hablaba, eufemísticamente, de «muerte humanitaria» y, más tarde, el informe de Morell ‘Exterminio de la vida indigna de ser vivida’ sustentó el programa de eutanasia nazi. Pero estamos en otros tiempos. La proposición de Ley indica que la petición habrá de hacerse de manera autónoma, consciente e informada por parte de una persona con una enfermedad grave e incurable o con discapacidad grave o crónica causante de un sufrimiento físico o psíquico intolerable. Y deberán ser los médicos los que, además de ejecutar el servicio, tendrán que valorar si el solicitante reúne esas condiciones, también la intolerabilidad. Eso sí, la persona puede retractarse y dar marcha atrás, siempre y cuando no se trate de alguien que no tenga capacidad para tomar decisiones, o que su estado físico o psíquico no le permita hacerse cargo de su situación; en estos casos basta que hubiera suscrito antes un documento de instrucciones previas o ‘documento equivalente’. Así que habrá que tener cuidado con lo que uno firma. Los holandeses ya tienen experiencia y cuentan hasta con informes, como el del fiscal Remmelink que estimaba unas 1.000 muertes anuales por eutanasia sin consentimiento. Menos mal que nosotros controlamos todo mucho mejor que los holandeses, lo que da una cierta tranquilidad teniendo en cuenta que en los próximos años los españoles seremos mucho más viejos y la incidencia de patologías crónicas e invalidantes crecerán de manera significativa. Una alternativa son los cuidados paliativos cuyo objetivo es aliviar el dolor y atender las necesidades del paciente, sin encarnizamiento terapéutico, durante el tiempo que tarde en llegar el momento inevitable de la muerte; unos cuidados tanto de la dolencia física como de la emocional y apoyando, también, a la familia. Unos cuidados que involucra a médicos, enfermeros, psicólogos y otros profesionales sanitarios. Pero claro, unos buenos servicios de cuidados paliativos son mucho más caros.

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