TRIBUNA

Los valores del deporte

Si ha practicado usted alguna vez un deporte de equipo, a cualquier nivel, no es necesario que nadie le explique aquí y ahora qué se siente al competir junto a sus compañeros, a sus amigos

El patio de San Felipe Neri, epicentro de la Olimpiada Marianista. Paco Sanz
Ignacio Moreno

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Si ha practicado usted alguna vez un deporte de equipo, a cualquier nivel, no es necesario que nadie le explique aquí y ahora qué se siente al competir junto a sus compañeros, a sus amigos. Y sabe de sobra que si lo hizo durante su infancia o su adolescencia, si cosechó victorias o encajó derrotas durante la primera etapa de su vida, entonces sabe que ese sentido de pertenencia, esa camaradería, ese vínculo, queda grabado para siempre. Imborrable. El deporte es fundamental, básico, para el desarrollo de nuestros jóvenes. No lo digo yo, que no tengo ni pajolera idea de pedagogía infantil. Lo dice cualquier pedagogo infantil que tenga una mínima pajolera idea de lo que habla.

Por eso ha sido una inmensa alegría ver durante estos últimos días en nuestra capital a cientos de niños y jóvenes participar en la Olimpiada Marianista que ha organizado el colegio San Felipe Neri. Todos en grupo, con sus sudaderas identificativas de diferentes colegios de Madrid, Valencia, Jerez, Zaragoza, Valladolid... recorriendo la ciudad para jugar sus partidos en el pabellón del centro histórico, o en el Mirandilla, o en el Náutico. Han invadido la ciudad con su alegría, con su emoción, con su ilusión por competir. Independientemente del resultado, lo importante es la experiencia vivida, las risas, los llantos, ese sentimiento de unión que les decía y que en el deporte se alcanza con total plenitud. Esta semana, para empezar bien el año, les toman el relevo los jóvenes regatistas que van a ‘tomar’ la Bahía para participar en la IV Regata ‘Ciudad de El Puerto’ Optimist Excellence Cup. En este caso vienen de toda Europa y el deporte es la vela. Pero créanme que la esencia es exactamente la misma. Compañerismo, apoyo, amistad, esfuerzo, afán de superación... deporte, en definitiva.

Todos estos jóvenes cuentan además con la inmensa fortuna de que en España tienen unos inmejorables referentes en los que verse reflejados. Andrés Iniesta en fútbol, Marc Márquez en motociclismo, Garbiñe Muguruza en tenis, Pau Gasol en baloncesto, Mireia Belmonte en natación, Rafael Nadal en todos los órdenes de la vida. Son los mejores espejos en los que pueden mirarse. Por contra, hay otros referentes a los que conviene que obvien, por muchos balones de oro que ganen. Y sobre todo, en el deporte, a los primeros que deben obviar es a los propios padres. Probablemente, este aspecto de la educación es uno de los pocos en los que es mucho mejor que los progenitores nos apartemos. Créanme si les digo que hay padres –hablo en genérico, madres también, por supuesto– que se convierten en auténticos impresentables cuando ven a sus hijos competir, que pierden la perspectiva de lo que debe ser educar en valores. Los valores propios del deporte. Por eso es mejor que saquen sus zarpas de ahí y dejen a sus hijos reír y llorar por si solos en el precioso mundo del deporte.

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