Preliminares del Falla

Quién le iba a decir a Antonio Machado, cuando escribía aquello de «la España de charanga y pandereta», que algunos convertirían a Cataluña en el ejemplo más gráfico y real, de esa descripción

Felicidad Rodríguez

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Quién le iba a decir a Antonio Machado, cuando escribía aquello de «la España de charanga y pandereta», que algunos convertirían a Cataluña en el ejemplo más gráfico y real, en versión siglo XXI, de esa descripción. Si no fuera por lo triste de la situación, por la división creada en la sociedad catalana y por las consecuencias negativas que para todos los españoles, catalanes incluidos, está teniendo la deriva nacionalista, parecería que estuviésemos asistiendo a una representación de “Anacleto se divorcia” con el inolvidable Paco Martínez Soria o a una película de Torrente. Parece mentira que, con el curriculum chirigotero que algunos se han labrado en los últimos tiempos, ahora vengan a denunciar las letras del carnaval de Cádiz. Hace algún tiempo escribía, en esta misma columna, que algunos de los líderes del proceso merecerían, por méritos propios, participar en el Falla en las modalidades de chirigotas o cuartetos. Desde entonces, esos mismos han ido acumulando merecimientos más que suficientes, no solo para estar en el concurso, sino para figurar en una antología de los pelotazos carnavalescos. Porque no deja de tener guasa eso de decir ahora que el numerito de las votaciones del 1 de octubre, y la declaración unilateral de independencia, no iban en serio; vamos, que eran unas simples bromas.

Con esos antecedentes, y ese marcado sentido del humor, sorprende una barbaridad que se sientan ofendidos por las interpretaciones de los grupos gaditanos. A mi me da que, tras el veredicto espontáneo del público, han pensado que el cajonazo era inmerecido pero, en lugar de contentarse con criticar al jurado y montarse una representación en las escaleras de Medicina, van y pretenden elevar la queja a los tribunales de justicia. Seguro que, en la argumentación, aducen que, para gracia, la de Puigdemont; porque, coincidirán conmigo, en que lo de la investidura telemática tiene tela de ella. Cabe suponer que, tras un nombramiento on line, se produciría la constitución de un chirigotero gobierno virtual. Deben haber leído en algún sitio que los funcionarios andaluces podrán tener dos horas y media de trabajo no presencial y, obviamente, han deducido que, como ellos lo valen, la no presencialidad la pueden extender a la jornada completa. Aunque ello pudiera suponer un posible plagio, y la Asociación de Autores del Carnaval tendría que entrar a dilucidar el tema, tiene cierta lógica el querer disponer de tiempo suficiente para analizar y reflexionar sobre los trajes del Maneken Pis bruselense, y tomar ideas para el tipo que usarán en el carnaval del año que viene, o para comparar los mejillones de Bruselas con los erizos gaditanos. De cualquier manera, si Puigdemont quiere tener futuro, en política y en carnaval, debería esforzarse en tener algo más de cintura. No hay político de importancia que no haya pasado por el veredicto del Falla. Es más, una manera de saber si un político tiene relevancia es, precisamente, analizar el número de veces que ha sido criticado en el Coliseo gaditano. ¡Pero si hasta los leones del Congreso estaban encantados por haber salido hace un par de años! Así que, visto lo visto, parece que por el momento, aunque su chirigota tiene potencialidad, no está para clasificarse.

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