Opinión

El olvido de las cosas del mar y de las playas

El recuerdo de las cosas del mar viene a ser de unos cinco años

Imagen de uno de los chiringuitos de las playas de Cádiz tras el pasado temporal

Gregorio Gómez Pina

Solamente hace falta darse una vuelta por nuestras bonitas playas gaditanas para ver su alta ocupación y buen estado. Pienso que los numerosos visitantes que tanto animan nuestro litoral acabarán volviéndose con la idea de que las playas de Cádiz han estado, como siempre, ¡magníficas!, con un tiempo estupendo, salvo, a lo mejor, con algún reparo sobre si el poniente ha soplado algo más de lo habitual y ha hecho que algunos días hiciera un poco de fresco en la playa por la tarde. Y ojalá no cambien de opinión los que nos visitan, porque nuestra economía se sustenta, en parte, gracias a ellos. Entiendo, pues, que la imagen que tengan de nuestra costa durante sus habituales vacaciones de verano sea más o menos la misma cada año, con sus olas parecidas, sus levantes y sus ponientes; sus chiringuitos remozados, a rebosar, con sus sombrillas y hamacas. ¡Ah!, y la superficie de la playa, con sus finas y doradas arenas, sin desniveles ni piedras, salvo, claro está, las marcas variables que va dejando la marea cada seis horas, algo que nos distingue de las playas del Mediterráneo. Ello confiere a nuestra costa una personalidad especial, que hace incluso que muchos veraneantes de tierra adentro, que vienen por primera vez, se acostumbren a leer en los periódicos los horarios de las mareas y sus características, aprendiendo rápidamente dónde tienen que colocar sus sombrillas y demás utensilios de baño, para que no se los lleve el mar.

Sin embargo, el olvido de las cosas del mar y de las playas -título de este artículo- es muy rápido. Mi larga experiencia como ingeniero de costas, recientemente jubilado, y como profesor, me dice que el ‘recuerdo’ de las cosas del mar, si nos centramos en los temporales, viene a ser de unos cinco años. «Hacía muchos años que no había un temporal como el de este fin de semana» -bien podría ser el tema de conversación de unos pescadores de caña, habituados a ver el mar-. Luego resulta que, consultando la web de Puertos del Estado, la altura de ola correspondiente podría tener un valor similar a la de algún temporal del año anterior o, a lo sumo, parecido a alguno de los presentados, digamos, en los últimos 3 ó 4 años.

Sin embargo, todos ustedes, que, como yo, tienen el enorme privilegio de vivir y disfrutar de este bello litoral todo el año, no deberían olvidar que las playas no estaban así este invierno, después de los temporales acaecidos a finales de febrero y comienzos del mes de marzo. Pasemos revista a algunos titulares: «El temporal provoca inundaciones en el Paseo Marítimo de Cádiz», «La tormenta Emma provoca que el mar se trague parte del litoral de la provincia», de fechas 1 y 2 de marzo de 2018, respectivamente. Fechas, por otro lado, cercanas a la Semana Santa de este año, en las que «se supone» que las playas debían estar preparadas para acoger al primer ciclo de visitantes de nuestras costas. Algo que persistentemente se convierte en un tema recurrente en nuestros periódicos locales, año tras año, tan pronto como en nuestras playas aparecen desniveles o escalones de arena, piedras, o estén las olas cercanas a los chiringuitos existentes. Opinión manifestada recurrentemente por empresarios, hoteleros, chiringuiteros y, por supuesto, por los principales políticos de todos los partidos, nacionales y locales. ¡Faltaría más! ¡Cómo no vamos a tener nuestras playas preparadas para el turismo en Semana Santa! ¡Y por supuesto, para el verano!

Desgraciadamente, el mar impone sus ciclos y sus tiempos con los que hay que convivir y, sobre todo, entender. Ciclos que no podemos tener controlados a nuestra conveniencia. Así, por ejemplo, el asunto de los alarmantes desniveles de arena en la playa es algo que debemos entender (1) y asumir como un proceso natural y no como algo malo para la playa. Es más -y quizás les parezca extraño lo que les voy a decir-, lo mejor que le podría pasar a nuestras playas recién regeneradas es que, al acabar la temporada estival, empezaran a llegar secuencias de temporales que hicieran que aparecieran esos primeros escarpes en la parte seca de la playa, y que volverían -me temo- a ser motivo de titulares del estilo de «las playas no resisten los primeros temporales del invierno». Esa arena que «desaparece» de la parte vista de la playa, es la que forma las primeras barras sumergidas, que constituyen la mejor defensa natural de la playa, al hacer que los posibles grandes oleajes posteriores del invierno rompan más lejos, evitando así que entren con la máxima energía. El asunto -que al parecer no se conoce demasiado bien, a tenor de la alarma que provoca-, es que los oleajes de invierno, de gran energía y muy peraltados, son capaces de llevarse la arena y formar esas barras, en tan sólo unos pocos días o digamos, en una semana. Mientras que las olas de bonanza, poco peraltadas y de mucha más baja energía, necesitan semanas o meses para subir la arena hacia la parte alta de la playa, para empezar a cubrir, de forma natural, ese desnivel.

Podría dejar en el aire varias preguntas: ¿se hubieran recuperado nuestras playas de forma natural y a tiempo para la temporada vacacional, después de esos temporales de marzo? ¿Y si el temporal hubiese sido de menor entidad? ¿Cómo estarán el próximo año? ¿Podremos tener las playas preparadas para la Semana Santa? ¿Gasta el Gobierno de España lo suficiente en las playas? ¿Existe un Plan de Costas?

Si me lo permiten, queridos lectores, intentaré explicarlo en el siguiente artículo.

Como decían nuestros entrañables Tip y Col: «La próxima semana…hablaremos del Gobierno».

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