Ignacio Moreno Bustamante

Kichi is 'missing'

Al alcalde de Cádiz se le ha comido la lengua el gato. Está fuera de cobertura. No habla

Ignacio Moreno Bustamante

Al alcalde de Cádiz se le ha comido la lengua el gato. Está fuera de cobertura. No habla. No se moja en nada que pueda perjudicarle políticamente. En definitiva, es un cagueta político. Como tantos otros, a los que él siempre criticó mientras hablaba de paredes de cristal, transparencia y no sé qué historias. En los demás aspectos de su vida no sé como será porque no le conozco. Y tampoco lo juzgaría puesto que servidor es un miedoso redomado. La última vez que me monté en una atracción de feria fue en el ‘látigo’, cuando ponían los cacharritos en el descampado que hoy es la Plaza Asdrúbal, a la espalda de lo que era la Casa de Socorro de la Avenida. Hablo de finales de los 70, principios de los 80 quizá. ¿Lo recuerdan? Ha llovido. Y subí porque mi señor padre se empeñó y me dio su palabra de asirme con fuerza, que efectivamente cumplió. Ni se me pasa por la cabeza tirarme en paracaídas, hacer ‘puenting’ o cualquier otra majadería de ese calibre. Un cagueta de libro, ya le digo. Al menos, en lo que a correr riesgos físicos innecesarios se refiere. Es posible que José María González sea muy valiente en ese y otros muchos aspectos. Pero en lo que a la política se refiere, o a su forma de entenderla y ejercerla, está demostrando que le faltan arrestos.

Si usted sigue con cierta regularidad la actualidad de nuestra ciudad habrá notado que el alcalde ha limitado muy mucho sus comparecencias públicas. Tantas críticas al presidente del Gobierno por la famosa tele de plasma y tenemos aquí a nuestro excelentísimo alcalde más callado que en misa. Va a los sitios a los que entiende que tiene que ir pero sin abrir el pico. Convoca a los medios para hacerse la foto pero no los atiende ni realiza declaraciones. El viernes, sin ir más lejos, se fotografió en la nueva estación –o apeadero, califíquela usted como quiera– y trató de evitar a toda costa el tener que hablar. Al final lo hizo, porque delante del micrófono se pusieron el vicepresidente de la Junta y sus dos principales azotes en el Ayuntamiento, Ignacio Romaní y Fran González. Pero soltó dos banalidades y se quitó de enmedio. Es evidente que lo hace porque sabe que vivimos un momento muy incómodo para contar su verdad, que no es otra que la defensa de la ‘revolución’. He dicho y reitero que Kichi es un cagueta político, porque no da la cara para ser interrogado, pero no es tonto. Ni un mentiroso. Y sabe que si se expone al escrutinio de los periodistas, o al menos de determinados periodistas que no le bailan el agua, le van a terminar sacando un titular que no le beneficia. Si confesase que la algarada callejera, la desobediencia civil y el insulto a las fuerzas del orden forman parte de su ideario, perdería muchos de sus seguidores. Como Piqué. Y prefiere callar. Por eso es más listo que el central del Barça. Pero menos valiente.

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