Juan Casas Carbajo - OPINIÓN

Juventud conflictiva

Es raro el día que no se escucha en la radio alguna noticia sobre violencia juvenil, ya sea escolar o fuera de los centros escolares

Juan Casas Carbajo

Es raro el día que no se escucha en la radio alguna noticia sobre violencia juvenil , ya sea escolar o fuera de los centros escolares. El último se ha cometido en estos días en un Colegio de Florida, a cargo de un antiguo alumno expulsado y que se ha saldado con 17 víctimas mortales. Esto me ha hecho recordar el interesante artículo que el profesor José Antonio Marina, publicó sobre la juventud actual, en la Tercera de ABC el domingo dos de agosto de 2009, que, aunque han pasado unos años está de plena actualidad, porque en ellos, la violencia en lugar de disminuir, ha aumentado, como lo demuestran las noticias que he mencionado al comenzar.

En el citado artículo el profesor Marina. Invitaba a:

«una reflexión serena y prolongada. Y a la acción», la cual me lleva a exponer alguna reflexiones sobre el tema.

En primer lugar quiero manifestar que estoy de acuerdo en su exposición, pero como solicita acción por parte de todos, me atrevo a exponer mi opinión sobre los problemas que planteaba, para lo cual y, para mayor claridad, hago una acotación de los mismos, para después pasar a indicar las posibles soluciones que, de antemano, aclaro que son solamente personales y, por tanto, sujetas a la crítica de los lectores. Es decir, son solamente una aportación personal a esa reflexión y acción que el Profesor Marina reclamaba.

El primer problema que plantea es el del aumento de la delincuencia juvenil, unido a la conflictividad, la agresividad ante los padres y profesores; la falta de disciplina en las aulas, y las consecuencias que estas actitudes provocan con más frecuencia de la deseable. Se quejaba también de la poca memoria que la sociedad tiene cuando éstas ocurren. Y yo me pregunto, ¿por qué se manifiestan estas conductas en los jóvenes actuales? ¿Qué hacer para evitarlas? Contestaré a ellas una vez acotados los problemas que señaló en su artículo citado..

Otro problema que afecta a nuestra juventud es que, según él, padece el síndrome de Peter Pan. Como los lectores no especialistas en el tema es posible que no hayan oído hablar de él, paso a aclararlo antes de continuar con la exposición de los problemas. En 1983, el Dr. En Psicología norteamericano Dan Kiley, publicó un libro titulado: «El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece», en el que indica que existen personas que se caracterizan por una inmadurez en determinados aspectos psicológicos y sociales, acompañados de problemas sexuales. Se trata de personas que se resisten a crecer y, por lo tanto, a asumir las responsabilidades propias de un adulto. Quieren ser siempre hijos, resistiéndose a cumplir el papel de padres.

Recordaba, también, el Profesor Marina, lo que Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto y autor de varios libros sobre la juventud y la adolescencia, dice sobre los jóvenes actuales que, según él, rechazan los principios éticos, decidiéndose por un relativismo radical. Todo vale, con tal de que me lo pase bien. Nada tiene verdadera importancia; solamente la que cada uno quiera darle. También señala que tienen muy poca resistencia a la frustración, cayendo con facilidad en depresiones, violencia y hedonismo fácil y exento de esfuerzo.

También denunciaba Marina, los modelos que a través de la Televisión se les presentan a los jóvenes, modelos que no se atienen a la realidad, sino que pretenden inducir a la que los programas presentan. Y dice, con razón que esos modelos no los han inventado los jóvenes, sino que somos los adultos los que se los presentamos ¿con qué intención?

Otro problema que señalaba es el de la poca implicación de la sociedad en la educación de los niños y jóvenes. La educación, no es solamente responsabilidad de los padres o de la escuela, sino de la tribu entera.

Por último señaló que los niños y jóvenes desean tener un referente de autoridad (no autoritarismo, sino autoridad). Esto lo ha comprobado con sus alumnos y yo lo suscribo.

Hasta aquí los problemas, veamos ahora lo que humildemente propongo :

a) Porqué ese aumento de la delincuencia juvenil, falta de respeto a los padres, conflictividad en las aulas, etc.

Pienso que hay una usencia de normas claras y precisas. Hay mucha legislación al respecto; en los centros escolares se elaboran una multitud de documentos que pretenden el buen funcionamiento de los mismos, tales como Planes de Centro, Proyectos Curriculares, Reglamentos de Funcionamiento, etc, en los que se recogen multitud de normas que están muy bien en el papel, pero que en la práctica son imposibles de aplicar, entre otras cosas, porque son tantas que nadie las puede recordar. Si en lugar de eso se elaborasen pocas normas, pero claras como las de un colegio afroamericano de Nueva York, que está situado en un barrio marginal y al que asistían, en su mayoría, alumnos afroamericanos. Ni que decir tiene que de dicho centro no pasaba ningún alumno a la Universidad. Pues bien llegó una nueva directora que se propuso cambiarlo, para lo cual elaboró siete normas para los alumnos y diez para los profesores. En total diecisiete. Pues bien el colegio experimentó un giro copernicano, consiguiendo, además, que un gran porcentaje de alumnos pasara a la Universidad. Solamente con diecisiete normas. Así de simple y de sencillo. Pues eso: pocas normas y claras. Pienso que si se hiciera esto la educación y la enseñanza se mejorarían sensiblemente. Y todo ello sin gastar más dinero ni en cursillos ni en material.

Esas pocas normas serían de obligado cumplimento para todos; y lo mismo que en los centros se pueden establecer en la familia, y en todas las instituciones a las que acudan los niños y jóvenes y, por supuesto, en la localidad. Y aquí viene bien recordar la teoría de la Ventana Rota, de la que ya he hablado también, y que un alcalde de Nueva York la puso en práctica reduciéndose así la delincuencia en un setenta por ciento. Esta teoría consiste en corregir las faltas leves, para evitar que se cometan otras más graves. El establecimiento de normas, les enseña que no todo vale y puede evitar el relativismo que Javier Elzo denuncia.

Hay un principio elemental en Filosofía que dice que la naturaleza hace las cosas de manera muy simple; es el ser humano el que las complica.

Occam lo dejó claro: No hay que multiplicar las cosas sin necesidad y también, no utilizar muchas palabras para lo que se puede decir con pocas. .

También se debe tomar conciencia de los delitos, no solamente cuando se cometen y son noticia, sino siempre, para evitar que se vuelvan a cometer. ¿Quien se acuerda ya de Marta del Castillo, o de las niñas violadas por menores, una de ellas con deficiencia psíquica? Sus padres, familiares y pocos más. Estas cosas no se deberían olvidar hasta que queden resueltas.

b) Por otra parte, hay que ir dando responsabilidades a los niños, de acuerdo con su edad mental, para que se acostumbren a que las cosas no se obtienen de forma gratuita y sin esfuerzo, sino que aprendan a valorarlas y a pechar con las consecuencias de una acción incorrecta. Y no hablo de castigo, sino de corrección y de afrontar las consecuencias que acarrea la falta cometida. Los niños no se frustran tan fácilmente como mucha gente piensa, sino que de esta forma aprenden a superar obstáculos y se les prepara para afrontar los que en su vida adulta, con toda seguridad, se les van a presentar.

c) En cuanto a la Televisión, que no sé porqué la llaman la caja tonta, cuando tanta influencia tiene, los padres deben seleccionar los programas que a sus hijos les convienen ver, e incluso verlos con ellos para aclararles que lo que ven es ficción, no realidad y evitar que se formen una idea equivocada de la vida

d) Es importante también que la sociedad entera se implique en la educación de los menores. Quien tenga mi edad e incluso algunos años menos, recordará cómo cualquier persona mayor del pueblo nos corregía si de niños cometíamos algo que no era correcto. Se veía como cosa natural y se les respetaba. Sería una buena cosa recuperar esa implicación de todos.

e) Por último, decir que, como el profesor Marina, yo también he tenido la experiencia de que los niños quieren ver en sus profesores un referente de autoridad. Por no extenderme mucho voy a referir brevemente lo que me comentó un compañero del Instituto. Resulta que solían reclamarlo de la Delegación de Educación para encargarle trabajos de administración. Pues bien, un año a principios de curso me contó lo siguiente:

- Este año no se irá usted. (le preguntaron los alumnos)

- Pero bueno (contestó mi compañero): ¿no soy yo el malo que os hace trabajar y que no os permite salir hasta que no toque la sirena, etc?

- Sí, pero con usted, se puede dar clase. Más claro, agua.

Lo mismo se puede decir en relación con los padres. Y es que a los hijos y alumnos no les gusta que sus padres o profesores sean sus amigos, sino lo que son de verdad: padres y profesores. Los amigos se los buscan ellos.

Espero haber aportado algo a lo que reclamaba el Profesor Marina.

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