OPINIÓN

Juegos

No siempre las decisiones racionales son las que más provecho procuran a quienes las toman

Ramón Pérez

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Una de las conclusiones más interesantes de la teoría de juegos es que no siempre las decisiones racionales son las que más provecho procuran a quienes las toman. En juegos tales como la economía, la política o la guerra, a veces las resoluciones más irracionales resultan las más ventajosas para los que se decantan por ellas. Qué duda cabe que los actores de la política son conscientes de que esta no es sino una forma de juego. Por eso saben cuándo han de amordazar a la razón, lo mismo que en el famoso dilema del prisionero, para obtener los máximos beneficios conforme a sus propios intereses. Solo así se le encuentra explicación al hecho de que Quim Torra haya escrito una carta a Trump y al Papa Francisco en demanda de mediación para el conflicto en Cataluña.

Por tanto, si puede encontrársele explicación a esta determinación que podríamos calificar de disparatada, también debe hallarse ahí la razón de que el Presidente de la Generalitat haya pensado concretamente en estos dos personajes como desbrozadores del camino hacia la independencia. Y eso aparte de que el nacionalismo (todos los nacionalismos), como cualquiera otra ideología fanática, se caracterice fundamentalmente por la simplicidad del pensamiento. Consiste en erradicar cualquier idea crítica que pueda dañar la frágil coraza de un mito construido a base de simbología hueca, burda manipulación y continuo adoctrinamiento. Porque resulta difícil hallar una raíz racional a la elección de estos dos destinatarios de la misiva.

Por el hecho de que sean adalides de la democracia no debe ser. Las urnas están proscritas en el Vaticano, donde lo más próximo a un ejercicio electoral son las oscuras maquinaciones que acaban en la fumata blanca, y el hombre más poderoso del mundo (hasta que los chinos se lo permitan) hace a diario denodados esfuerzos por minar los cimientos democráticos de la separación de poderes. La referencia ética tampoco parece haber sido el motivo. El presidente USA acostumbra a pasarse por el arco del triunfo cualquier tipo de derechos civiles, ya sean los individuales de los inmigrantes, como los que garantizan las instituciones internacionales. Por su parte, el sucesor de San Pedro, a pesar de su demostrado arrojo en los intentos de erradicación de la plaga pedófila de entre su tropa, también parece lejos de resolver el conflicto milenario de acabar dando al César lo del César y a Dios la parte que a Dios le corresponde.

Tampoco me imagino a Trump, llegado el caso, consintiendo de buen grado, con el deseo de California, pongamos por caso, de abandonar la Unión. Buscar en Francisco un aliado celestial para que le resuelva sus problemas terrenales también se me antoja inverosímil para un President que, aun afecto al catolicismo, invierte toda su fe en el sostenimiento del dogma independentista. No creo que Quim espere ver al vicario de Cristo oficiando una misa multitudinaria en Monserrat con el propósito de reivindicar para los oprimidos secesionistas catalanes los derechos que no tuvo el valor de reclamar para la minoría rohinyá en su reciente viaje a Birmania, como tampoco que en el plan del Proces se contemple la llegada liberadora de la Sexta Flota al puerto de Barcelona.

Pero ya se sabe que, tratándose de juegos, en tales situaciones de conflicto político, las acciones egoístas y aparentemente ‘racionales’, como afirman los teóricos de juegos, suelen acaban con un empeoramiento para ambas partes con respecto a sus propios propósitos egoístas. Por eso, en tales situaciones, quizás lo mejor sea optar por lo más absurdo.

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