EL APUNTE

A la intemperie en la otra orilla

Más de medio centenar de migrantes tuvieron que dormir al raso o en módulos sin asistencia en Barbate ante la imposibilidad de trasladarlos

Hay imágenes que duelen mucho más que las palabras. Son directas. Sin adornos ni intenciones. Lo que se ve, es lo que hay. Sin intermediarios que intenten dejar un mensaje manipulado ni alguien que saque tajada. Son los propios ojos del que recibe ese impacto el que juzga. No hay más. De ahí que las imágenes de una treintena de inmigrantes durmiendo al raso en la cubierta de un barco que les ha rescatado es doloroso. Se supone que ya han llegado al mundo que les va a salvar de vivir situaciones de ese tipo y, de repente, se encuentran en lo mismo. Mantas húmedas y largas horas por delante hasta que alguien decida donde se les va a trasladar. Más de medio centenar de inmigrantes que llegaron este viernes a las costas gaditanas han estado durante más de veinticuatro horas ‘tirados’ en el muelle barbateño ante la incapacidad de poder trasladarlos a otro lugar. Las comisarías, sin espacio ya ni recursos suficientes. Y los centros de acogida, más de lo mismo. Y el supuesto equipamiento nuevo de San Roque, sin poderse abrir por un problema burocrático que se está solventando. En definitiva, varados. Sin un sitio donde ir y custodiados por la Guardia Civil, también saturada y cuyos agentes doblan y doblan turnos con menos esperanza cada día que pasa sin que se encuentre una solución.

Porque aunque duela decirlo, la masiva afluencia de pateras a las costas de Cádiz, justo además cuando se está negociando el acuerdo de pesca con Marruecos, no deja de extralimitar todo el sistema de acogida. De superar récords de esas cantidades que han convertido a las personas en cifras.

La crisis migratoria es una realidad desde hace mucho tiempo. Y la solución no consiste en seguir parcheando inventando sitios de primera respuesta cuando la situación va a seguir siendo la misma. La solución es más amplia y se encuentra en el origen. En hacer políticas comunitarias que miren más allá de nuestras fronteras y echen una mano a los países más necesitados. Porque si no lo necesitaran, estas personas no dejarían atrás sus vidas y a sus familias para empezar otra, solas, en un lugar que ni conocen.

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