OPINIÓN

Horarios

Como lo del ahorro no está claro se plantea la posibilidad de suprimir lo de cambiar las horas en primavera y en otoño

Felicidad Rodríguez

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El presidente Sánchez, al tiempo que apelaba a la empatía para el independentismo catalán, y cualquiera sabe lo que eso significa, anunciaba la creación de una comisión para estudiar los cambios horarios. No es la primera vez que se aborda el tema de la conveniencia, o no, de adaptar nuestros relojes al horario solar al que llevamos una hora de adelanto. Aspecto matizable, ya que los horarios se definen por el tiempo universal coordinado marcado por el meridiano de un barrio de Londres, Greenwich, el meridiano cero tras la decisión tomada en EEUU a finales del siglo XIX.

Nuestro país se encuentra geográficamente dentro de ese huso horario de los 24 existentes aunque, como el sol no entiende de meridianos acordados, no es lo mismo vivir en Cádiz que en Gerona. De hecho, hubo un tiempo en el que no había hora oficial española y salvo los trenes de la época, que ellos si tenían unificados los horarios, cada población seguía su propio meridiano, su propia hora ajustada estrictamente a la evolución del sol.

No fue hasta el siglo XX cuando todo el país adoptó un horario común, el que nos corresponde de acuerdo a Greenwich, con lo que se acabó el desbarajuste por muy estrictos que fuéramos antes con el sol. Claro está que, en lugar del inglés, se podría haber tomado como referencia el meridiano de Cádiz que tanta importancia tuvo para los navegantes; al fin y al cabo, la diferencia entre uno y otro, en términos solares, es mínima.

Más tarde, en los años 40, nos salimos, excepto Canarias, de ese huso y nos metimos en el siguiente, tirando para el Este, con la mayoría de los países europeos y en esas seguimos. Ahora, la Comisión Europea ha introducido una nueva variable para la discusión, la de si sería pertinente anular lo del cambio horario en invierno y en verano, una medida, esa de cambiar los relojes, tomada por la UE, en los años 70, para ahorrar energía. Como lo del ahorro no está claro se plantea la posibilidad de suprimir lo de cambiar las horas en primavera y en otoño. Para ello lanzaron una encuesta europea, de la que no se enteró nadie salvo los alemanes y los finlandeses, lo que, de paso, demuestra que el marketing comunitario no funciona lo bien que debiera.

Al parecer los resultados están a favor de que se suprima el cambio de los relojes y, entre los argumentos, se esgrime lo malo que es para la salud tener un jet lag de 1 hora en marzo y octubre; para mi, lo realmente malo para la salud es no disponer de horas de luz durante todo el año. Extraño lo de los finlandeses, que siempre viven de día o de noche diga lo que diga el reloj. Para rematar, se ha dicho que cada país podría adoptar el horario de verano o el de invierno, con lo que el cacao está servido. Algo muy europeo, véase la coordinación jurídica como ejemplo. No sabemos si en los futuros octubres cambiaremos los relojes o si aprovecharemos para volver al huso inglés ya que comemos tarde y dormimos poco, lo que no impide que, tras Japón, seamos el país más longevo del mundo.

Parece que las costumbres europeas tienen grandes ventajas, en términos, por ejemplo, de conciliación familiar. Lo que no tengo ya tan claro es si las hojas de lechuga como almuerzo, a las 12 de la mañana, tengan un impacto tan positivo sobre la salud.

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