Ramón Sánchez Heredia

Cuaresma: al crecer la maldad se enfría el amor

Comienza la Cuaresma, un camino que nos llama al cambio

RAMÓN SÁNCHEZ HEREDIA

Hoy es Miércoles de Ceniza. De nuevo comienza la Cuaresma y ese camino que acaba en la Pascua de Resureción. Para algunos será otra fecha más como tantas en el calendario pues tenemos una hiperinflacción de ‘días de algo’ y hemos dejado sin sentido las fechas tradicionales, las de toda la vida. Es obra del consumismo y sus redes.

Quiero dirigirme para los demás, tanto cristianos y cristianas como a personas de buena voluntad. Es muy saludable el dedicar una pequeña parte del año a la búsqueda de la transcendentalidad de la vida y de la verdadera felicidad, en este mundo que está dirigido y manipulado hacia el dinero y el consumo, hacia la inhumanidad. La vida es algo más que producir y consumir, conseguir dinero y gastar, un viaje en vacaciones como obligación o un partido de fútbol.

Estamos en la sociedad de la información. Nos llegan tantas noticias cada día que las tragamos pero no las digerimos. Dejamos las noticias aparcadas y las olvidamos inmediatamente. Esto nos atolondra provocando que repitamos los días sin más, con una rutina y horario sin más. Por ello, es bueno pararnos a ver nuestra propia vida, aunque nos dé cierto miedo, tanto en lo personal, familiar, social y para los cristianos nuestra participación en la diocesis y la Iglesia pues de todas ellas somos responsables en mayor o menor proporción con nuestras actitudes.

En este mundo, en nuestra sociedad, crece la maldad y se enfría el amor como señala en su título la Carta de Cuaresma del Papa Francisco.

Tantas noticias que se convierten en eso, meras noticias. Muere una sin techo debajo del balneario de La Palma, un niño de nueve años violado por otros menores en el colegio, mujeres asesinadas, bombardeos, pateras con muertos en el Estrecho, carrera de armamentos, nuevas guerras, hambre, aumento de la trata de seres humanos, drogas... concretando, una falta cada vez mayor de amor.

Todos tenemos que llorar, todo el mundo necesita llorar. Aprender a llorar y ser sensibles, por tanta injusticias y por ver cómo lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados... lloran los oprimidos, lloran mujeres y niños, pero lo peor, cada vez lo vemos con más normalidad. Hemos conseguido que parezca normal lo anormal y viceversa, para mantener una actitud de apatía y despreocupación. La inhumanidad no nos puede nunca dejar fríos. Este debe ser la base de nuestro análisis personal de nuestra conversión, para nosotros los cristianos seamos laicos o consagrados.

No vamos a cambiar el mundo pero sí podemos cambarnos nosotros y nuestro entorno, social y eclasial, ser sensible, por lo menos, ante toda la falta de amor que padecemos y, porque no, realizar denuncias proféticas. Si somos pasivos, indolentes, somos colaboradores de todo este mal, de esta inhumanidad, de esta injusticia.

La Cuaresma rememora la vida, pasión, muerte y Resurreción de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, que nos dio ejemplo de amor, dará su vida por nosotros, enseñandonos a ser más felices siendo sobre todo humanos, «amaros los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 13.34). ¿No lo creemos? ¿Intentamos practicarlo?

Seamos rebeldes e inconformistas, empezando con nosotros mismos. Otro mundo es posible con el amor. Ese amor que se enseña en los evangelios y en la Doctrina Social de la Iglesia, tantas veces olvidada.

Hoy comienza la Cuaresma, un camino que nos llama al cambio, a que en la Pascua de Resurrección seamos más felices y haber aumentado nuestro amor.

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