OPINIÓN

Cárceles Trivago

ANTONIO ARES

Recientemente, a la edad de 96 años, ha fallecido en Madrid el jesuita Jaime Garralda. Toda su larga vida la dedicó a los que él denominaba ‘los preferidos de Dios’: presos, enfermos de Sida, drogadictos, sin techos, excluidos y migrantes. Trabajo no le faltaba.

En una de las muchas entrevistas que le hicieron hacía referencia a que la sociedad sólo se preocupa de los que le crean problemas, sólo legisla cuando no tiene más remedio. Los delincuentes son un problema cuando están en la calle, una vez que ingresan en prisión dejan de serlo, se convierten en invisibles. Él consiguió algunos hitos históricos en nuestro Sistema Penitenciario. Cárceles con módulos específicos para madres y niños menores de tres años, para familia, centros terapéuticos donde los internos pudieran superar sus dependencias. La Constitución Española recoge en su artículo 25.2 que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social». Los datos de la reincidencia en las actividades delictivas tiran por tierra la grandilocuencia de nuestra Carta Magna.

Hace poco nos hemos enterado que los delincuentes pueden elegir la prisión en la que cumplir su condena, donde resarcir a la sociedad esa fechoría que les llevó a delinquir.¿ O ese privilegio es sólo para unos pocos?. Tan sólo dos semanas después de su ingreso en prisión, en el centro penitenciario de Brieva (Avila). Iñaki Urdangarin ha recibido la visita de toda su familia. En esa misma prisión cumplió condena Luis Roldán. Una cárcel de mujeres en la que el Ministerio del Interior ha invertido en el último año más de un millón de euros, posiblemente en previsión de que un miembro de la Casa Real pudiera ser su huésped más ilustre. Se puede entender por medidas de seguridad, pero tantos lujos sólo se pueden comparar con unas vacaciones pagadas con pulsera de todo incluido.

Ahora toca el traslado de los políticos presos independentistas. El destino de unos, la prisión de Puig de les Basses en Figueres , el de otros la de Sant Joan de Vilatorrada en Barcelona. Ambos, centros penitenciarios de diseño, nada que ver con Puerto II, Botafuego o el penal de Alhaurin de la Torre, donde el hacinamiento y las condiciones dejan mucho que desear.

Si hay dudas más que razonables para pensar que la justicia de este país tiene diferentes varas de medir según el estatus social y el pedigrí del presunto delincuente, lo que ya es bochornoso es que las penas se puedan cumplir a la carta para unos y en cambio para la mayoría se apliquen criterios que contravienen el principio fundamental de compadecer al delincuente.

A éstos que fuera de la cárcel dejan todo bien ordenado, y que al salir no precisaran de nada porque lo tienen todo, se les permiten unas prebendas penitenciarias que rozan la indecencia. Sin recato y sin pudor nos dicen que se está cumpliendo al dedillo con las normas establecidas, sin contravenir ningún precepto ni otorgar privilegios a estos delincuentes de otra casta.

Bien haría Instituciones Penitenciarias haciendo un catálogo de Centros de Reclusión, donde la población reclusa pudiera votar las instalaciones, la comida, las actividades, el trato, etc. Así tendríamos un portal a la carta donde poder elegir el centro donde cumplir nuestra merecida condena. Yo me pido un cinco

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