OPINIÓN

Los caprichos del presidente

Ella, que esperaba impaciente esa pregunta, le contestó de manera inmediata «A ver a The Killers en el FIB»

Adolfo Vigo

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«Pedro, me apetece mucho ir a un concierto…» dijo Begoña en actitud cariñosa. El presidente que no se puede negar a lo que le pida su primera dama le preguntó de forma inocente «¿Y a cual te apetece ir, churri?». Ella, que esperaba impaciente esa pregunta, le contestó de manera inmediata «A ver a The Killers en el FIB». «Pero eso es en Valencia este sábado y la verdad, como no tenía nada en agenda, quería aprovechar ese día para correr por la Moncloa con mi perro nuevo», le contestó él sorprendido. «Anda, venga, móntate alguna reunión con Ximo y ya que estamos allí pues aprovechamos. Si cogemos el Falcon del Gobierno en un plis, plas vamos y regresamos y así te puedes hacer otras fotos de esas con las raibans que tanto me ponen…», le sugirió la Bego. «Y si nos pilla la oposición haciendo eso?» preguntó un asustado Pedro. «Tú se lo dejas a la Calvo que ella seguro que tiene alguna salida ¿No dijo que el dinero público no era de nadie?». Y los dos rieron malévolamente.

Pedro Sánchez ha tardado poco en subirse al carro o, en este caso, al avión público para hacer sus correrías privadas como en su día hiciera el mismísimo Alfonso Guerra. Se ve que es llegar al poder y estos socialistas confunden la propiedad pública con la privada y se creen, como el Rey Luis XIV en su más absolutista manifestación, que ellos son el Estado.

Al mencionado uso del avión por parte de Pedro Sánchez y Alfonso Guerra, se unen otros ejemplos como la utilización por parte de Sonsoles Espinosa, esposa de Zapatero, de la piscina climatizada de la Academia de Guardias Civiles de Valdemoro para sus clases particulares de buceo. Y qué contar en Andalucía de la utilización de fondos de la Junta, que tenían otro destino más legal, para ir a lupanares, costear copiosas comidas o gastárselos en sustancias poco recomendables.

Y es que el socialista cuando llega al poder sufre una transformación al más puro estilo de mister Hyde y pierde los papeles. En ese momento, entiende que todo los recursos del Estado están para satisfacer sus necesidades ya sean públicas, como representaciones, o privadas –ir a un concierto, reformar la Moncloa, aprender a nadar…– porque ellos, en definitiva, son los poseedores de todas las gracias y, por tanto, el país debe estar a sus órdenes.

A veces pienso que nos quieren tomar por tontos o, simplemente, que se creen los más listos de la clase y pretenden que comulguemos con ruedas de molino. En este caso, con posterioridad, se sacan de la manga la excusa de la agenda cultural. Se inventan que es lo mismo ir al concierto que a una ópera, cosa que nadie duda. Y, encima, la ministra de turno insinúa que los que nos quejamos somos unos clasistas porque nos enfadamos por el hecho de que haya ido a ver a The Killers, que ni sé quiénes son, ni me interesa. Mire usted, señora Calvo, el presidente puede ir donde le plazca, faltaría más. Lo que no puede es confundir su agenda privada con la pública, utilizar los medios del Estado para sus escapadas nocturna y que seamos los españoles los que le paguemos su capricho de viajar con el Falcon público.

No quiero pensar la que se hubiera formado en este país si el que usa el avioncito de marras hubieras sido Mariano Rajoy para ir a su Galicia natal.

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