Balas
Ahora, cuando siento en mis oídos el silbo de las balas en medio de las refriegas cotidianas, me acuerdo de Rivilla y aquel desatendido consejo del ‘no te agaches’
«Rivilla, no te agaches, que la que venga por ti no hay quien te la quite». Cien veces lo escuché repetir esto, a manera de adagio feliz a fuer de avinagrado, a Sebastián Rivilla, o Revilla, porque ni siquiera él tuvo nunca clara la ...
Artículo solo para registrados