OPINIÓN

El valor de la palabra

Rusia fue expulsada de los eventos internacionales porque invadió Ucrania para quedársela

Enrique García-Agulló

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Las palabras no nacen porque sí, aunque ahora se construyan según necesidad; vamos, que, si un grupo de usuarios de palabros los repiten y repiten, los actuales académicos de la cosa se prestan a ponerlas en valor. Pero bueno, esto es tarareo para cualquier otro día. Hoy les presento otra reflexión sobre palabras que acaban en «-cidio», estas cinco últimas letras que, miren por donde, tienen la raíz en un mismo verbo latino, «caedare», matar.

Homicidio, suicidio, infanticidio, uxoricidio, feminicidio, matricidio, parricidio, etnocidio, genocidio... Quitar la vida por accidente o sin predisposición, a uno mismo, al niño, a la esposa, al padre, a la madre. O a un grupo concreto de personas, para lo que también recoge el DRAE otros sinónimos como holocausto, pogromo o masacre, que de esto se sabe mucho en la historia, y no tan antigua, de regímenes de izquierdas o de derechas aún cercanos.

Nadie puede estar tranquilo con que algo así haya llegado donde está, pero llevamos unos días en los que la palabra genocidio se ha convertido en el eje de otra cuestión, la de que unos se creen mejores por usarla tal que ariete frente a otros que hablan de masacre. Y me pregunto, ¿lo dicen con verdadera piedad y hasta con rabia unos u otros o para insistir en el enfrentamiento y opacar otras preocupaciones?

Fíjense como están las cosas que hasta ha mutado el paso del lenguaje gubernamental interesándose de la Fiscalía de Derechos Humanos que promueva lo pertinente para elevar hacia la Justicia internacional la situación y declarar la definición exacta, lo que deja vislumbrar que tampoco deben de estar tan seguros de usar el término tan libremente como al principio.

Les cuento esto, porque el conflicto de Israel con Hamas después de aquel odioso 7 de octubre ha devenido en tan terribles consecuencias de muerte, dolor, ruina o desolación. Pero también lo digo porque estos políticos actuales, a los que es imposible admirar, usan a su antojo disponer de una palabra u otra para excitar la confrontación.

Rusia fue expulsada de los eventos internacionales porque invadió Ucrania para quedársela. Israel ha invadido Gaza después de una brutal agresión.

Pertenezco a aquella generación que proclamaba sí al amor y no a la guerra y, en ésta de banderas, viendo ondear tanto las palestinas, he recordado con nostalgia aquella otra tan similar, la de los saharauis, abandonada ahora rumbo al general olvido por tanto confaloniero de ocasión.

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