opinión

La arquitectura saludable

«Es impensable construir sin que todos los materiales sean reciclables y procedentes de fuentes convenientes»

José María Esteban

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La cueva fue el primer destino donde morar. Siempre está muy presente el cálido y acogedor útero materno, como confortable refugio primigenio. El control de la estructura de una sola entrada y salida, hacía mucho más seguro el recinto ocupado, tanto para defenderlo, hacerlo confortable y para enfrentarse a los peligros y los ataques del exterior.

La arquitectura en la historia no ha hecho sino repetir el esquema vital, como un perímetro exclusivo y seguro. Habitable en la regla básica que el ser humano persigue, que es únicamente: sobrevivir. La adaptación al lugar donde se establecían y la suficiente tolerancia a los fenómenos atmosféricos, hicieron que el lugar, tamaño y dimensión de los espacios y volúmenes fueran dirigidos al mejor uso y confort. La utilización de los materiales inmediatos de que se disponía, por economía de costes, y un sabio caminar hacia soluciones ajustadas a la realidad de lo viable, fue el camino para satisfacer necesidades y funciones precisas. El uso inteligente y sencillo de esas tecnologías a disposición de la racionalidad y la evolución de las tribus, guiaron sus conquistas.

La complejidad de los avances y los desarrollos técnicos del conocimiento, fueron modelando la piel artificial individual o común y sus asentamientos, como una nueva envolvente que los hiciera más felices en su cobijo. Las nuevas culturas, los nuevos oficios, las diferentes formas encontradas, los materiales investigados y todo el conjunto de razones para hacer habitable la casa, generaron un discurso amplio, variopinto y a veces hasta bello por su diseño.

La arquitectura es uno de los termómetros que mejor miden la temperatura sensible de las sociedades. Sus logros y estéticas han sido asiduos acompañantes en la historia de sus ciudades. Nos encontramos en la era del cambio climático y la sostenibilidad de todos los esquemas, sobretodo de los energéticos. La arquitectura, como primera necesidad para acoger la experiencia vital, sufre la inmediata urgencia de cumplir todos los requisitos que la época demanda. Es impensable construir sin que todos los materiales sean reciclables y procedentes de fuentes convenientes. No puede pensarse un hábitat sin que el control de las economías sea tan importante como el de la grata estancia. Los procesos de diseños y edificación internos y externos son ya tan exigentes, que a veces se olvida la sencillez de lo bien hecho, o la exclusiva primera función, que es habitar.

El género humano se sostiene en tres principios básicos: seguridad, economía y confort. Recordemos una frase de Alejandro de la Sota, un magnífico arquitecto del siglo XX: «La arquitectura es una experiencia sensorial técnicamente inducida». Creo que en eso radica la sostenibilidad, en que lo técnico solo induzca y no sea lo esencial. Hoy lo técnico apaga en gran medida el sentido de vivir, Todo es tan insufriblemente sostenible, que ya nos hemos olvidado que lo fundamental es que sea: razonablemente saludable. Esa es la prioridad: la calidad y cantidad de aire interior y exterior; un agua sana; un control térmico, acústico y energético. Es lo primero, en la medida en que son sencillamente necesarios para esa experiencia feliz del existir.

Hoy hay mucho negocio en producir productos sostenibles que son todo lo contrario. Acudir a lo que solicita el tiempo con sus cambios, ahora mucho más rápidos, hace aconsejable que todo sea fácilmente adaptable y reversible en sus actuaciones. No debemos hacer un tótem de ningún término y menos en arquitectura. Cuidaos y tratad de vivir sencilla y saludablemente.

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