Y sin embargo, se mueve

Qué no hará España cuando deje de jugar andando...

Luis Ventoso

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Discrepo del pesimismo y las lamentaciones. Los resultados de España en este Mundial son sensacionales (y disculparán que no incurra en el ridículo eufemismo, inventado en su día por nuestras televisiones italianas, de denominar La Roja a la selección, un indicio más de nuestra carencia de patriotismo, que lleva al mal llamado «progresismo» hasta a evitar el nombre del país). El éxito de España es en realidad memorable... tratándose de un equipo que juega andando, que cuenta con un míster párvulo, que solo había entrenado una vez en su vida (al Oviedo, y lo pinzaron), y tratándose de una selección que ha llegado con sus divos abrasados tras una extenuante temporada.

El parte de agujeros negros del equipo de Hierro ronda la media docena. Al guardameta titular ya solo lo defiende la cantante Edurne (de oficio, por ser su novia). El formidable mago Iniesta, que tiene ya 34 años, está molido y lo refleja en la cancha porque ha optado por prejubilarse en Japón. El laborioso Busquets se ha alistado en el club de los paseantes, porque va menguado de fuerzas y el tiki-taka todo lo tapa. Silva resulta, como siempre, un caso para Íker Jiménez: ¿Qué le verán a este jugador los sucesivos seleccionadores? ¿Qué aporta exactamente al equipo? Sergio Ramos, aunque esté prohibido decirlo, lleva tiempo cantando a gusto en defensa, pero la crítica lo encubre por sus méritos pasados, porque es patrimonio nacional y porque sus gallardos alardes de testosterona camuflan sus habituales pifias. Carvajal acaba de salir de una lesión y no da todavía las vueltas que demanda un Mundial. Por último, el equipo carece de un auténtico matador de área (Costa es lento para la misión).

Sin embargo, ahí estamos: primeros de grupo, y si echamos a los rusos podríamos llegar lejos, porque los demás también están de resaca, y a veces dolorosa (véase la rocosa Alemania). España puede con todo. Somos el único país del mundo donde un gobierno regional reconocido por el Estado proclama a las claras que pronto vulnerará la ley para romper la nación (y no pasa nada, al revés, hay que dialogar con los golpistas, porque un ególatra que no ha ganado las elecciones quiere mantener a toda costa su poltrona). Lideramos el abandono escolar en la UE, solo superados por Malta. Tenemos una tasa de paro del 16%, frente al 7% de la media comunitaria. Nuestro tercer partido más votado es ¡comunista!, una de las dos ideologías más criminales del siglo XX. Nuestro presidente ocupa el poder habiendo sido barrido en dos elecciones consecutivas. Los salarios crecieron el año pasado cinco veces menos que la media de la zona euro. Las universidades no rascan pelota en los ránkings internacionales, aunque ningún rector o catedrático admitirá jamás que se puede trabajar más. Nuestras televisiones oscilan entre la jungla rosa y la salsa roja. Y sin embargo... España crece al 3%, se vive estupendamente y semeja oasis de alegría en una Europa avinagrada. Un misterio. Y que dure, como la travesía en el Mundial de la nave de plomo, digo, de Hierro.

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